El blog de Gunner!!!

Confesiones/crónicas de un internauta asombrado.

19. septiembre 2012 22:53
by Gunner
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Marrakech, un lugar para recordar!!!

19. septiembre 2012 22:53 by Gunner | 0 Comentarios

Esta mañana al levantarme ReVenTao (ojo al palabro, tiene su sentido) cuando aún no he tenido tiempo de deshacer la maleta de mi ultimo viaje (del que os voy a hablar en breve), me he sorprendido a mi mismo, sonriendo de alegría. Es curioso lo que un olor puede evocar en la mente de una persona. El dormitorio olía a Marrakech, a zoco, a tambores árabes, a sudor, a perfume de exotismo, y me he preguntado a mi mismo qué estímulo era el causante de esa sensación que me hacía notar ese cúmulo de impresiones, mis paroxistas lectores.

Tardé, no crean que poco, tardé. Hasta que me di cuenta. El olor. ¿Pero que era ese olor que impregnaba la habitación? En esta ocasión, no había comprado perfumes, ni esencias, ni regalos para la familia. Casi desisto de la pesquisa para averiguar su origen, hasta que me miré a los pies un instante antes de disponerme a salir de la habitación.

Entonces lo vi.

Las babuchas, unas holgadas y cómodas babuchas árabes de cuero marrón, impregnadas de esa grasilla a modo de betún con que los artesanos zapateros protegen el cuero que usan para elaborar las prendas de marroquinería. Volví a sonreír, esta vez por partida doble, el placer de resolver un enigma y la conciencia de haber vivido una experiencia embriagadora.

Si, al levantarme me había calzado las bonitas babuchas de cuero engrasadas que compré quemando mis últimos dirhams furtivamente en el zoco de Marrakech. Miré hacia abajo y desde ciento ochenta centímetros de distancia contemplé el laborioso labrado que el artesano había dibujado sobre el pedazo de cuero que en esos momentos protegían mis cansados pies, esos pies que tan gratos caminos me han hecho recorrer, y comprendí que el propio calor de mi cuerpo había calentado ambas babuchas al punto preciso, para exhalar ese profundo aroma. Decidí quitármelas en ese momento y acercármelas a la nariz.

De pronto, como en una película, me vi transportado en el tiempo a aquel lugar (les pediría un favor antes de seguir leyendo, abran en una ventana aparte este enlace y denle al Play para escuchar la música con que quiero acompañar este texto).

Recordé las noches en la plaza de "Jamaa el Fna", como la del sábado 8 cuando mientras mis compañeros de viaje se retiraban a descansar en al hotel, me quedé solo en una de sus terrazas (“la terraza de las "tres torres" del Café de France”) saboreando un té a la menta mientras contemplaba como poco a poco se apagaba la noche árabe.

Recordé el sabor de la comida fuertemente especiada de los tenderetes de la plaza, cuyo colorido era todo un lujo para la vista y el continuo asalto de los mozos de los puestos de comida a la captura del turista hambriento.

Recordé el recóndito Hammam, donde tras ciertas reticencias iniciales me abandoné completamente al baño de vapor, esencias y masajes con que el experto masajista recorrió cada una de mis extremidades. Sin duda los mejores dirhams gastados en todo el viaje.

Recordé sus jardines (en especial el atardecer en el "Jardín de la Menara"), sus colores, sus sonidos (Bismillah, ¿verdad amig@s?), sus puestas de sol, la suciedad que todo lo tizna y a la que terminas acostumbrándote, sus ropajes, su colorido, su arquitectura.

Recordé los pastelillos árabes, adquiridos siempre tras un largo paseo en una tiendecilla al otro extremo de la ciudad, con los que tras cada noche compartíamos postrer tertulia en el atrio del hotel, y al que todos atacábamos como abejas a la miel (¿verdad amig@s?).

Recordé el caos circulatorio, el zigzagueo de coches, autobuses, carros tirados por mulas, calesas y esas motillos que por doquier pululaban por las calles, aceras y plazas. Cruzarlas era armarse de valor y apostar cuanto tiempo tardaríamos en ser atropellados y/o esquivados al azar de los conductores.

Recordé como no, las risas de mis siete compañer@s de viaje. Descubrir a cada uno más allá de los cortos ratos que aquí en Sevilla ya había compartido con ellos, fue todo un lujo. Los escuché, intenté conocerlos, los vi negociar, comer, beber, aprender, los observé intimar, y a pesar de mis propias ausencias intimé con ellos. Cada uno a su manera engrandeció el grupo. ¿Mi papel? Guardar testimonio gráfico en mi retina y en mis cámaras.

Pero también recuerdo mis ausencias, en el buen sentido de la palabra, me ausentaba para impregnarme como una esponja en ese éter con que está construida el alma de un viajero. Me recuerdo apartándome del grupo, quedándome en medio de cualquier parte, cerrando los ojos, abriendo el alma, girando sobre mi mismo y absorbiendo todo aquello que me ha hecho sonreír esta mañana al calzarme.

Y todo por unas simples babuchas!!!

Un saludo, Damas y Caballeros.

P.d.: Y para los curiosos: Re: prefijo que indica repetición, o intención de volver a; Ven: La ciudad invita a visitarla; Tao: Alcanzas la paz interior, el orden, la esencia de las cosas. (disculpen que juegue con ustedes y con las palabras)

Cool

24. agosto 2012 15:51
by Gunner
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El librero de Kabul!!!

24. agosto 2012 15:51 by Gunner | 0 Comentarios

¿Perezoso?, Juraría que no; simplemente algo indeciso a la hora de tomar cierto tipo de decisiones. Circunstancias aleatorias y acontecimientos ajenos pero relativos a los elementos involucrados, es decir a ustedes y a mí, pueden influir para demorar el momento en que decido retomar la saludable costumbre de contarles algo de mi vida, mis afanosos lectores. En este caso hablarles del último libro que acabo de terminar de leer.

Como llegó a mis manos "El librero de Kabul" tiene también su historia. Me parece anecdótica e interesante y voy a contárosla.

No crean que fui a una de esas fastuosas librería, llenas de estanterías repletas de volúmenes perfectamente clasificados por temática, autor y/o ISBN, donde te acercas a un sesudo librero, como el protagonista de libro en cuestión, le preguntas por un determinado título, y este, en cuestión de segundos, te lo entrega impoluto y radiante, recién salido de las rotativas de la editorial. No señores, no; lo encontré depositado en la calle sobre una pila de libros amontonados en la esquina de una conocida peluquería sevillana justo cuando me disponía a regresar tras haber compartido un opíparo desayuno con gente maravillosa. Parecía haber estado esperando toda su papirosa vida a que pasase por allí y lo recogiese de su analfabeto destierro. ¿BookCrossing? Quien sabe.

Escrito por Asne Seierstad, corresponsal de guerra (aunque no tan prolífica) al estilo de nuestro Arturo Pérez Reverte, se trata de uno de esos pocos libros que cuando pasan por las manos del lector y atraviesan su retina, terminan dejando en su mente una clara impronta mucho más allá del mero divertimento que constituye cualquier lectura.

Escrito en clave narrativa y basado en su experiencia real durante su viaje para cubrir la guerra contra los Talibán en el Afganistán de 2001, relata de manera fiel y realista la vida de la mujer afgana en el seno de una familia de “clase media” (si es que puede decirse “clase media” así en el contexto que describe).

Uno ha visto y leído mucha información en los medios de comunicación al respecto, pero se queda casi siempre en meras descripciones impersonales de sucesos de mayor o menor trascendencia. El libro no permanece ahí, se sumerge de lleno en la complejidad de la vida de la familia de Sultan, el librero, en la intimidad de sus pensamientos, en sus inquietudes, y en como las tradiciones y la religión, que todo lo impregna, condiciona de manera inexorable sus presentes y sus futuros.

Son muchos los aspectos que destacaría del libro y que me han sorprendido profundamente, pero destacaría varios. En primer lugar la absoluta subordinación de la mujer a la voluntad del hombre. Resulta curioso observar como esa actitud está tan intrínsecamente enraizada en su cultura que incluso ellas mismas se consideran pecadoras cuando algún pensamiento propio les insinúa siquiera revelarse contra esa norma. Me resulto especialmente peculiar el capítulo en que trata acerca de la sexualidad de la mujer, en el que describe el volcán de pasiones que se oculta bajo la Burka, que para ellas es una prenda que pasa de ofrecerles la seguridad del anonimato e inviolabilidad de su intimidad, a convertirse en cárcel que constriñe su vida. No pude evitar que se me revolviese la conciencia en el capítulo III en el que una madre ordena a sus hijos el asesinato de su hija por culpa de un desliz amoroso que hizo caer la vergüenza sobre la familia. En el capítulo XV describe los conceptos que se inculcan desde las escuelas religiosas de haram, halal y mubah, lo malo y prohibido, lo bueno y permitido, y cuando hay dudas, respectivamente. Y no digamos ya los capítulos en que habla de los matrimonios concertados, en los que la mujer es tratada casi como vulgar mercancía y obligada a casarse con hombres de mucha más edad en contra de su voluntad. Pero también habla del esfuerzo por el librero para sacar adelante su negocio a pesar de los constantes cambios políticos y azares comerciales, del indiscutible respeto a la jerarquía familiar, y como a pesar de las penurias y temores sus espíritus siguen siguen siendo libres y de una fortaleza tal que cualquier pequeño respiro les hace disfrutarlo con una inusitada alegría, intensidad y esperanza. No todo iba a ser negativo.

Es en definitiva uno de esos libros piden a gritos ser devorados página a página, que permiten llegar a entender (y no siempre aceptar) como vive una parte importante de la humanidad, y que te hacen crecer como persona.

Un saludo, Damas y Caballeros!!!

P.d.: Ya tengo lectores en lista de espera, así que si pretenden que se lo preste, tendrán que esperar un poco. Ah, votos y comentarios, pulsando en los enlaces que aparecen un poquito más abajo.

Surprised