El blog de Gunner!!!

Confesiones/crónicas de un internauta asombrado.

3. diciembre 2012 18:00
by Gunner
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Relato: Desierto de Rojo y Azul!!!

3. diciembre 2012 18:00 by Gunner | 2 Comentarios

¿Saben que es un negro, verdad? Si, acertaron nuevamente mis intelectables lectores, un escritor por encargo. Cada vez aumenta más mi convencimiento de que estoy convirtiéndome en eso y no sé si me gusta o no. Vuelvo a trabajar por comida como ya saben (en este caso una sutil variante que se amolda al concepto de "pulpo como animal de compañía"). Es curioso cómo se gesta un relato, cómo un trivial apunte da lugar a una historia, y como lo que pretendía al escribir acaba bifurcándose en tres historias de amor encadenadas.

No los entretengo más, pasen y lean por favor.

     

Ella lo miraba trabajar, mientras él, de manera precisa, con dedos de cirujano operaba el dispositivo que había venido a reparar.

El, absorto en sus pensamientos, intentaba olvidar, solo pretendía olvidar. ¿El trabajo? pura rutina, una mera y compleja distracción para su atribulado pensamiento. Concentrado, con la dedicación con la que los antiguos artesanos se esmeraban en engarzar los engranajes de los viejos relojes, buscaba que el mecanismo de marcase los segundos, minutos y horas con la misma exactitud que la frontera entre el presente, el pasado y el futuro.

Lo miraba trabajar, y él, absorto, no se daba cuenta que la joven Dama, esbelta, de cabello rizado, labios silueteados de rojo carmín y finamente vestida, hacía algo más que esperar. Le miraba los dedos, lo miraba esperar el giro de las ruedas dentadas, lo miraba tomar referencias con el cronómetro de precisión francés de sólida caja metálica que llevaba siempre consigo, y esperaba que él le devolviese la mirada.

Él, activó el cronómetro de referencia y comenzó a esperar la sincronización de los mecanismos del dispositivo que acababa de ajustar. Mientras tanto, sin atreverse a molestar, observó en un cubilete sobre el escritorio de la Dama uno de esos lápices bicolores que siempre le habían atraído. Una mitad Roja y la otra mitad Azul, la punta azul aún afilada y la roja apenas sin gastar. Y se atrevió a preguntarle:

-    ¿Sabes cómo se llaman estos lápices? Siempre me han gustado pero nunca he sabido cuál era su denominación correcta.

Ella, sacándolo del cubilete pausadamente con sus delgadas manos blancas y con voz suavemente aguda, casi con la musicalidad del piar de un pajarillo, le respondió:

-    Yo siempre los he conocido como Lápices de carpintero.

-    Ah, vaya no lo sabía – E ingenuamente se volvió para seguir verificando las referencias del cronómetro.

Poco había durado su conversación, así que ella como distracción decidió tomar un papel en blanco y dibujar.

Las dunas en Rojo, un desierto de arena roja, azotado por un viento transparente imaginario, que arrastraba los granos de arena roja sobre el blanco lienzo de papel, desgastando lentamente la punta roja del lápiz de carpintero.

Hasta ese momento solo había usado el color rojo, y pensó: 

-    Voy a pintar ahora un beduino y su camello, en Azul.

Apoyó la punta azul sobre la roja arena del desierto y comenzó torpemente a trazar la silueta de un hombre que, luchando contra el viento, atravesaba las sinuosas dunas alejándose de un pasado de donde solo él quería escapar.

Pero algo largamente ansiado por fin se despertó en el lápiz de carpintero.

Siempre había estado en calma en su cubilete, inerte, inerme, impoluto, la mina roja, rojo pasión, había siempre observado desde la distancia a la mina azul, de un dulce azul bello e intenso. El rojo, como un color enamorado, siempre había querido tocar a la mina azul. Siempre cerca, casi rozándose, pero nunca lo había conseguido, y sin embargo ahora, al sentirla resbalar sobre el rojo de su arena, al notar su textura, al escuchar el sonido del roce de su azulada piel sobre el rojo calor de su superficie, al fundir sus pigmentos, supo que siempre habían estado destinados a encontrarse. Y aunque fuese en ese desierto azotado por el viento imaginario, comprendió que ya siempre la silueta del beduino azulado permanecería eternamente impresa sobre la roja arena de su roja sangre…

      

¿Qué?  Impresionados, ¿no? Así me he quedado al releerlo. He de añadir una cosa antes de despedirme de ustedes por esta ocasión. La historia sigue, les suceden más cosas a nuestros personajes y, como la vida, fluye el relato. ¿Alguno de ustedes tiene interés en saber cómo continua? Pregunten pues.

Un saludo, Damas y Caballeros!!!

P.d.: Disculpen la tardanza, lo tenía escrito desde días pero hasta ahora mismo, que por fin me he tenido un rato tranquilo, no he podido subirlo. Procuraré que no vuelva a ocurrir, gracias.

Cool

 

19. octubre 2012 00:30
by Gunner
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¿Por qué no?, un cuento!!!

19. octubre 2012 00:30 by Gunner | 0 Comentarios

He descubierto que escribir me relaja, casi tanto como el buen baño de espumosa agua caliente acompañado de algo de música de fondo, con el que me estoy homenajeando, así que aquí, con mucho cuidado, sin mojar el portátil, pero con el teclado ligeramente salpicado de gotitas de agua, me he dicho que ya está bien de bichear consumiendo internet, y que va volviendo a ser hora de contribuir engrandeciéndolo con mi propia aportación. Así que en esta ocasión en vez de torturaros con mi azarosa vida, me he dicho, "Algo deee... filosofía y ¿por qué no?, un cuento". Y como todos los cuentos, empieza con un "Érase una vez…", mis prominentes lectores.

     

Érase una vez un pequeño infante alegre, de cara redonda, ojos limpios y uñas sucias, juguetón, aventurero, pero tímido y tranquilo. Medía no más de cinco o seis palmos, y marcaba con orgullo sus diferentes alturas en el marco de madera mellada de la puerta de la habitación de su madre.

Caminaba cierta mañana de otoño cerca de la orilla del manso riachuelo que atravesaba el campo de sus abuelos. Miraba con curiosidad las hojas que flotaban en el agua arrastradas corriente abajo cuando le llamó especialmente la atención una hoja grande de arce, color marrón claro, sobre la que un escarabajo pelotero flotaba a salvo de morir ahogado en la corriente.

Decidió seguirlo, pues se imaginó al escarabajo brincando ágilmente desde el borde de la hoja hasta uno de los márgenes del riachuelo para ponerse a salvo, y no entraba en su cabeza perderse semejante acrobacia.

Caminó y caminó rio abajo, siguiendo su recorrido mientras observaba como el escarabajo, titubeante, se movía alrededor de la hoja sin decidirse a saltar. Algunas veces tuvo que apartarse de los márgenes del arroyo, pues el follaje y las rocas le impedían el paso, incluso en alguna ocasión tuvo miedo de alejarse demasiado y perder de vista la singular hoja poblada por su curioso único habitante. Pero fiel a su determinación sorteó los obstáculos hasta volver a encontrar el camino.

Así, casi sin darse cuenta, siguió caminando, caminando y caminando, y tanto se alejó, que se percató de que nunca había estado tan lejos, solo, y alejado del cobijo de cualquiera de sus familiares. Dudó, y tuvo miedo de que lo echaran en falta, pero se dijo se dijo a si mismo que si conseguía ver el espectacular salto, al menos volvería a casa con una historia bonita que contar, y sus abuelos y su madre no le reñirían, por lo que se autopersuadió para continuar.

Y caminó, y caminó, y caminó, y caminó, y el riachuelo llegó, al atardecer, a su desembocadura en el mar. Y la hoja, flotando al vaivén del oleaje de las olas marinas, fue perdiéndose lentamente en la distancia. Sin embargo…, algo sucedió justo cuando estaba a punto de desaparecer del alcance de su vista, distinguió como un pequeño puntito negro parecía saltar de ella.

Tan lejos estaba el puntito, que no distinguía si el torpe y zigzagueante vuelo lo acercaba o lo alejaba de él, hasta que por fin se dio cuenta que se dirigía en su dirección. Es más, para mayor asombro fue a posarse a justo a sus pies, y él, de alegría y alborozo, comenzó a dar saltos de felicidad.

Pero no acabo todo ahí, para su estupor el escarabajo, caminando muy, muy despacito, dejando una fina estela dibujada en la arena, se acercó a sus pies y se paró a mirar a esa enorme personita que tenía delante. Extrañado, el niño se agachó, y con toda la delicadeza con la que sus pequeñas manos inexpertas fueron capaces, lo cogió poniéndoselo en la palma de la mano derecha y levantándolo hasta la altura de sus ojos.

El negro insecto comenzó a hablar y le dijo:

"Llegado el momento, tú mismo transitarás un río. Se valiente como hasta ahora y no te dejes arrastrar indeciso hacia el mar, salta a la orilla y aventúrate a descubrir que hay allí."

Y el escarabajo despego de su mano, alzo el vuelo en dirección a las nubes y desapareció en adentrándose en el mar.

El niño, había leído cuentos, pero nunca había sido protagonista de uno de ellos, por lo que en su pequeña cabecita reinaba la confusión, así que aún sin entender muy bien qué acababa de suceder, se giró y comenzó a caminar de vuelta a casa de sus abuelos.

Pero…, mientras se marchaba miró un momento hacia atrás, advirtiendo que al fondo, en el horizonte, justo donde el sol estaba a punto de ocultarse, se condensaba una nube que al él, ignorante y bisoño meteorólogo, se le asemejó la figura de un hombre sentado.

      

Espero que les halla gustado el cuento, hay más de lo que parece.

Un saludo, Damas y Caballeros.

P.d.:  Ah, votos y comentarios, pulsando en los enlaces que aparecen un poco más abajo!!!

Smile