El blog de Gunner!!!

Confesiones/crónicas de un internauta asombrado.

17. mayo 2012 04:17
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Setandipia.

17. mayo 2012 04:17 by Gunner | 0 Comentarios

Serenamente agitado como una llama de una vela mecida por el aliento de la respiración pausada de una persona en calma, en paz consigo mismo y sin cuentas pendientes que saldar, así me encuentro hoy Jueves 17 de mayo de 2012 en el Moss Lounge bar a las 01:21 de esta tranquila noche de primavera, fieles inquisidores de mis ignotas vicisitudes.

Me he sentado, acogido bajo el poroso entramado de las"Setas" de la renovada Plaza de la Encarnación de Sevilla, muy cerca la placa que acredita el centro geográfico de la ciudad, en una esquina de la calle José Gestoso. El cielo estrellado, el murmullo de los noctámbulos, el ruido del escaso tráfico que aún circula a estas horas por el centro, y los grillos, si créame, sonidos de grillos en plena ciudad; ese conocido cri, cri, cri, que tanto me agrada escuchar durante las noches de verano en los alrededores de la Cornisa del Aljarafe.

Me gustaría contarles que hago aquí.

Hoy (disculpen que esboce una leve sonrisa), ha sido un día curioso; en realidad, últimamente todos los días me están resultando tan interesantes que yo mismo me sorprendo de como la vida va llenando de contenido la mochila con que viaja nuestro Alma. Muy curioso ciertamente, serpientes, rosas, calor, aventura, deber, pasión, cultura, arte, amistad... tanto que voy a reservármelo...

Voy a guardarlo para mi casi todo excepto una anécdota, pues antes de recogerme en mi madriguera, cuando por fin he podido dar por terminado el día y tomarme una merecida pausa para reposar y relajarme con tranquilidad, me viene a la mente la frase que ha pronunciado, casi sin darle importancia, hace apenas un rato una Dama de zaristas ancestros:

Cuando una persona tiene dinero, lo primero que compra es la privacidad.

 

Privacidad se puede interpretar de muchas manera, pero en un concepto muy amplio se refiere al derecho a hacer (durante al menos un lapso de tiempo) de la vida de cada uno lo que uno quiera, a actuar con total libertad, a no tener que darle explicaciones de lo que uno hace a nadie, en definitiva, a ser uno mismo. El precio para lograrla, a veces es demasiado alto y, dependiendo de capital (en el sentido amplio de la palabra) disponible, puede llegar a comprar tanta como quiera, incluida la absoluta; pero no me discutirán que merece la pena pagarlo o al menos aspirar a lograrla. ¿Qué sería de nosotros si siempre estuviésemos sumidos en un estado de constante sometimiento social? Normas, normas y más normas, modelos de comportamiento, patrones culturales, protocolo, buenas maneras, encorsetamientos… Aunque halla personas a las que no les importe integrarse en la masa y someterse a sus dictados permanentemente, para algunos de nosotros constituiría, por decirlo de alguna forma, toda una ofensa personal... Necesitamos respirar al menos un ápice de intimidad... Vamos, para volverse loco o peor aún, dejar de ser “yo” para ser “él”. Perder nuestra identidad…

Piensen un poco, ejerciten esas neuronas que aún conservan, y mediten acerca de cuanto están dispuestos a pagar.

Por ello (y por otros motivos) aquí me tienen, agradecido con la vida, y concediéndome el inmenso placer de compartirlo con ustedes, por haberme deparado un día como hoy y por esta Setandipia, atípico palabro a medio camino entre serendipia y setas, puesto que aún no me explico el cúmulo de afortunadas casualidades que me ha hecho acabar a estas horas en semejante lugar.

Un saludo, Damas y Caballeros!!!

Undecided

4. abril 2012 06:03
by Gunner
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Mío-Tango.

4. abril 2012 06:03 by Gunner | 0 Comentarios

Acabo de cenar algo ligero, mis apreciados lectores, un sabroso sándwich de cabecero de lomo con finas lonchas de exquisito queso curado y toques de tomate frito en aceite de oliva, todo ello regado con una copa de buen Ribera del Duero. Emiten en Paramount Channel Vacaciones en Roma, con Gregory Peck y Audrey Hepburn y escribo estas notas justo en el momento en que bailan abrazados, rozando mejilla con mejilla, frente al Castel Sant’ Angelo. Y precisamente de eso voy a hablarles, de baile.

Esta noche he mirado indeciso el teclado de mi portátil, dudando temeroso si enfrentarme a él. Recuerdo las palabras que escuché hace unos días en boca de una exótica Dama de regio nombre, mientras tomaba, junto a unos compañeros de clase, copas en el Anima. Ella, reclinada a modo de Maja vestida en el sofá de uno de los patios interiores del local, nosotros rodeándola a modo de fieles cortesanos. Me sugería que escribiese qué siento al bailar y no he encontrado otro momento para hacerlo que esta noche en la que el insomnio amenaza con pasarme factura de nuevo otra vez.

Muchas veces lloro pensando en el abrazo perdido, ese abrazo que calma todas las ansiedades que atenazan el corazón del hombre.

Pocas veces he vuelto a sentir la misma sensación, y aunque rara vez ocurre a lo largo de una milonga, cuando sucede compensa todo el esfuerzo que supone enfrentarse al reto de desenvolverse en una pista de baile llena hasta los topes de bailarines que pugnan por el reducido espacio en constante cambio del que se dispone para disfrutar del cercano y cálido abrazo de una Dama.

Bailar en una pista atestada es como intentar conducir en un monumental atasco justo a la altura de un cruce de avenidas, en el que las luces que regulan el tráfico están tan apagadas y/o locas como las luces, que más que iluminar, empenumbran la pista de baile, y en la que cada uno de los conductores busca la manera de sortear el tráfico sin tropezar con, ni arañar las satinadas medias negras alzadas sobre espigados zapatos de tacón de visten las elegantes Damas que pululan por la pista. Poco a poco, y merced a las técnicas que a base de sudor y tesón nuestros sabios maestros consiguen inculcarnos repetitivamente en el subconsciente, vamos aprendiendo a salir exitosos de tales embrollos.

Sin embargo a veces surge un milagro. Tal y como acontece en algunas películas en determinado momento y con la persona adecuada, parece que súbitamente el escenario se vacía y las personas, que momentos antes lo saturaban, desaparecen, dando la sensación de que estáis solos tu y esa única mujer, sumergidos en un baño de dulce sonoridad, y más aún, gracias a la cercanía y la calidez del abrazo, durante los apenas tres minutos que dura un Tango, se convierte en la mujer con la que acompasadamente haces el amor.

Puedo contar con los dedos de una mano las veces que me ha ocurrido, pero créanme compensa…

Esta noche me ha sucedido. Me sucedió, muy a mi pesar, también el jueves pasado, ella me dijo al oído "No estoy bailando bien". Yo la estreché con aún más delicadeza y respondí  "¿Sabes una cosa? Me da igual como bailes, solo quiero abrazarte. Relájate, diviértete".

Después, te marchas a casa, conduciendo solitario y adivinando el parpadeo de las luces que a lo lejos van marcando tu retorno…, y... ¿quien sabe? Puede que otra noche, al ritmo de otro Tango, y en los brazos de otra mujer... ¿de quien serán esos otros brazos?

Un saludo, Damas y Caballeros!!!

Wink