To all that suffered!!!

Estaba preparando un nuevo artículo para este vuestro blog que pensaba publicar en cuanto hubiese terminado de documentarlo, pero a veces las circunstancias o acontecimientos sugieren sus propios caminos.

El que voy a recorrer ahora… no, no trata de analizar las consecuencias, en el “statu quo” militar del «imperio británico», del recientemente acaecido deceso de la inmensa e indescriptible figura de la Reina Isabel II de Reino Unido, personaje sin parangón en la historia del mundo actual. A pesar de no estar destinada a ser reina, la abdicación de su tío Eduardo VIII la situó como heredera en la línea sucesoria británica. Su fuerte carácter la llevo incluso a enfrentarse a su padre, el rey Jorge VI, para poder unirse al ejército británico, al que finalmente se incorporó en el Servicio de Mujeres del Territorio Auxiliar, llegando a alcanzar el grado de Comandante Junior. Colaboró en la defensa de su país durante los tristes días de la Segunda Guerra Mundial y, tras su finalización, ha defendido como nadie los intereses británicos y la institución monárquica.

Entiendo que los súbditos británicos se sientan orgullosos de ella… no es para menos.

Lo cierto es que el motivo por el que les escribo está relacionado también con el fallecimiento de personas ilustres y con la segunda guerra mundial. Les explico.

El viaje.

Tenía en mi lista de “viajes/tareas pendientes” dos cuestiones:

  • Mantener viva la llama de una vieja amistad visitando a un buen amigo y excompañero de trabajo, residente ahora en La Haya.
  • Como buen aficionado a la historia militar, visitar el Cementerio y monumento estadounidense de Luxemburgo, que contiene los restos de 5.076 militares estadounidenses muertos en la Segunda Guerra Mundial, la mayoría durante la Batalla de las Ardenas que se libró entre el invierno de 1944 y el verano de 1945. Y, en especial, detenerme a contemplar la tumba del general George Patton, renombrado militar cuya influencia fue tan decisiva en la campaña militar estadounidense como lo ha sido el reinado de reina Isabel II para la política británica actual.

Así que cuando decidí a dónde viajar durante mis vacaciones… “Los países bajos” fue el destino elegido.

Dejo la cuestión de mi excompañero para el ámbito personal, pero de lo que si les voy a hablar es de lo que representó mi corta visita al mencionado cementerio, motivo por el que les traigo este post.

Impresión

No sé si ustedes habrán visitado este o algún otro cementerio militar de la segunda guerra mundial, como por ejemplo los que se encuentran en Normandía. Confieso que yo no, este ha sido el primero. Pero si admito que me hacía especial “ilusión” – lo pongo entrecomillado por un motivo que expondré más adelante -.

Al llegar al lugar, encontré un escenario Im-Presionante… de película. Un recinto elegantemente cercado, al que se accedía a través de una suntuosa reja coronada por dos refulgentes águilas americanas doradas. Una “mole” en forma de soldado americano vigilaba la puerta de acceso. Una pequeña caseta que hacía de centro de interpretación del recinto y su significado. Y tras ella, el camposanto en sí.

El lugar está oficialmente declarado territorio americano. El honor y la honra a sus caídos brilla mires donde mires. El césped verde claro cortado al milímetro. Las lápidas blancas, impolutas y perfectamente pulidas. Los nombres de los soldados grabados en cada una de ellas al bajorrelieve. Y la bandera americana ondeando al viento… ciertamente los americanos saben cuidar esas cosas, el aspecto general del recinto era de cine… literalmente.

Vigilancia.

No observé feas cámaras de vigilancia estorbando la “puesta en escena” del cementerio, pero, conociendo el valor de lo que allí se guarda, seguro que habría algún avanzado sistema de grabación de video discretamente situado controlando el perímetro. Lo que sí resultó evidente y notorio fue otra “mole” de soldado, siguiéndonos y supervisando a aquellos que, como yo, recorríamos el recinto empapándonos de lo que representaba – muy amable y atento a nuestras preguntas, pero siempre ojo avizor, pendiente a lo que sucedía alrededor -.

En contexto.

Quizá os sorprenda el enfoque que le voy a dar a este apartado… bastante alejado de la vertiente militar…

Os pregunto: ¿Sois supersticiosos? ¿Creéis en las “energías”?

No tengo claro qué mecanismos gobiernan al alma y el pensamiento humanos, tampoco el poder que la sugestión ejerce sobre el pensamiento – Todos los aficionados a la temática militar estamos claramente influenciados por la avalancha de información y contenidos relacionados con la muerte en combate, y en particular sobre todo lo acaecido durante la segunda guerra mundial -. Así que quería ahora haceros especial hincapié en lo que sentí al estar allí, pisando ese inmaculado verde césped cubriendo  los restos de los soldados que participaron en el conflicto.

Fue algo extraño, algo que solo he sentido el otro lugar similar, la sala de incineradoras del complejo principal del campo de concentración Auswitch-Birkenau. Era algo que se palpaba en el ambiente. Era algo que me constrenía el corazón. Era… quizá el saber que allí se encuentran los restos de personas que dieron su vida por defender la libertad.

¿Creen ustedes que sus espíritus están allí aun gritando su dolor o quizá silenciosamente advirtiéndonos de las consecuencias de una guerra?

No sé, no puedo explicarlo… pero algo que me sobrecogía emanaba del lugar. Si alguna vez lo visitan, por favor confírmenme si sienten algo parecido.

El soldado.

Mientras caminaba por allí, pensé en los soldados yacían enterrados. Al acercarme a las tumbas me fijé en una en particular, la del soldado judío con cuya fotografía que ilustro esta entrada: Michael Rakoff, nacido en 1905 y muerto en 1944.

Apenas he encontrado datos acerca de él. 39 años, bastante joven. Ninguna fotografía suya. Escasamente su fecha de nacimiento, 23 de Julio de 1905 y una referencia a su historial militar en el que se indica que se trataba de un soldado condecorado con, entre otras medallas, el Corazón Púrpura. Se alistó en el ejército de los Estados Unidos donde sirvió con valor como soldado de primera clase en el regimiento de infantería 317 hasta su muerte en acción el 26 de diciembre del 44… Un fallecido, una persona muerta… un “ya no podrá ser”. Me pregunté cómo habría sido su muerte… – cerré un momento los ojos -…,  si le dio tiempo a darse cuenta, qué pensamientos pasaban por su cabeza mientras se desvanecía, qué proyectos dejó en el aire, a qué personas queridas abandonó…

Y así hasta 5.076 soldados… ¡Piensen!… Cinco mil setenta y seis almas destrozadas. Cinco mil setenta y seis vidas segadas traumáticamente. Cinco mil setenta y seis futuros cortados de raíz… Es verdad que ellos sabían a lo que iban… peeero… no es excusa.

Regresaba en coche de vuelta al hotel considerando lo que allí había visto… Imaginé una pequeña población, imaginé cinco mil setenta y seis asistentes a cualquier evento… ¡Imagínenlo ustedes!… Muuucha gente, muuuchas personas… Todos de pie, todos en fila, todos sonrientes… y pocos minutos después… sus cuerpos yermos, tirados en el suelo, muertos… Me costó trabajo sobreponerme a ese pensamiento.

Como siempre he dicho: La guerra es un interesante fenómeno que estudiar, pero de trágicas consecuencias.

General Patton.

Entre todos los soldados enterrados en el lugar sin duda habría muchos hombres de valientes y con agallas, pero entre todos ellos destaca especialmente la figura del hombre cuyo célebre pasado me dio el motivo definitivo para visitar dicho cementerio militar: El general George Smith Patton.

Si antes les hablaba del fuerte carácter de la reina Isabel II… el del General Patton estuvo como poco a su altura. Curiosamente no murió durante la batalla de las Ardenas, ni siquiera durante la segunda guerra mundial sino tras ella en un triste accidente de tráfico. Pese a que muchos lo vieron como un guerrero puro y feroz con lo que se ganó el sobrenombre de “General Sangre y Agallas” – «nuestra sangre y sus agallas», decían algunos soldados -, la historia lo ha dejado con la imagen de un brillante, pero solitario líder militar salpicado por insubordinaciones, transgresiones y periodos de cierta inestabilidad emocional.

Fue sin duda una figura emblemática, polémica, pero que se ganó el respeto de todas las tropas que lucharon bajo su mando e incluso el de las que luchaban contra él.

Siempre recordaré la excelente película de 1970 en la que George C. Scott encarnó la figura del general. Os la recomiendo… peliculón a mi juicio.

Me situé frente a su tumba… que preside el camposanto… y le presenté mis respetos.

Honrar a los muertos.

Cuando un país, una nación, un estado… envía a lo mejor de sus ciudadanos, lo más florido de su juventud, lo más granado de sus militares, a una guerra sabiendo que corren el riesgo de no regresar, es de recibo que se recuerde de alguna manera su sacrificio.

En la antigüedad se creaban leyendas, de escribían cantares, se pintaban gigantescos cuadros escenificando la rendición del enemigo para decorar los salones del reino, se componían épicos poemas glorificando el valor de sus soldados. Ahora, un mundo enfocado a lo visual, a lo “peliculero”, se ha creado semejante lugar para honrar a sus caidos en acto de servicio. Un escenario a la altura de la pérdida que sufrieron y que cuidan con mimo para recordar el legado de su sacrificio… el legado de la sangre y las agallas.

Salí de allí caminando, contento por haber cumplido uno de mis sueños, pero jodido… bien jodido… por la impresión que me causó saber que bajo la tierra que pisaba se encontraban los cadáveres de gente que con toda seguridad no se merecían el final que tuvieron.

Cementerio alemán.

Mientras recorría el camino de salida del recinto noté un pequeño cartel indicador de que a apenas a unos kilómetros se encontraba el Cementerio Alemán… el cementerio del bando contrario. Lo había buscado días antes en internet y parecía un lugar interesante para complementar la visita. Pregunté al guía qué tal estaba y si podríamos visitarlo. Me respondió que estaba bastante descuidado, algo dejado de la mano de dios y que no merecía la pena. En cualquier caso, me hubiese gustado visitarlo – queda pendiente -. También dieron su vida por su país, también merecían su reconocimiento – Di-Ez-Mil No-Ve-Cien-Tas Tre-Ce tumbas – 10.913 -,… sin palabras.

Epílogo.

La respuesta del guía me hizo pensar en la diferencia de trato respecto a sus caídos de vencedores y vencidos. Como unos encumbran a sus héroes y otros prefieren dejar correr un tupido velo.

Me hizo pensar en la Guerra Civil Española… en el “Spain is different” – no la frase de Fraga, sinó esa característica manera de hacer las cosas tan imbuida en nuestra idiosincrasia -, en el Valle de los Caídos

¿Qué tiene que pasar en España para que dejemos de utilizar nuestros muertos como arma arrojadiza? ¿No merecen un lugar en el que se les recuerde? ¿Qué tenemos que hacer para que simplemente se les reconozca que en cada bando se luchó por lo que en ese momento creían justo? ¿Qué pasa?… ¿Que parece que ahora los únicos muertos que importan son los del bando republicano?… A la mierda!!!

Me marché despacio, en silencio…. Dejé en el libro de visitas de la caseta de entrada mi propia nota de respeto… “To All that Suffered”!!!

Un saludo, Damas y Caballeros.

P.d.: Espero que no les haya asustado mi “insulto” final, soy una persona bastante moderada, pero también tengo mi temperamento. Confío en tener listo en pocos días el artículo del que les hablé al principio.

😥

Elegido para la gloria!!!

Jaaa, ja, jjjaaa… Permítanme que me ria… Dicen que a todos nos llega nuestro momento de gloria . Muchos pretenden alcanzarla, darían su vida por ella. Pero, ¿qué es la gloria?

Es el reconocimiento, es la fama (no esa fama que vemos en el casposo mundo del famoseo), es la reputación (no la que se empeñan en colgarnos a modo de mochila), es el honor (no ese que usamos de coletilla para justificar el orgullo patrio), es la notoriedad (no la que se alcanza por alguna declaración rimbombante casi siempre sacada a relucir fuera de contexto o gracias al contexto), etc…. Vaya, mis queridos lectores, parece que que toda ella es susceptible de segundas interpretaciones… Me refiero a otro tipo de “gloria”, me refiero al éxito, a la inmortalidad, al triunfo, a la victoria, a todo aquello que se consigue como premio al esfuerzo, al duro trabajo, al sacrificio y riesgo personal. A la altura de miras, a los propósitos de altos vuelos.

El hombre del que voy a hablaros ahora, reúne todas esas cualidades. Es uno de mis dioses particulares (su foto dedicada es prueba de ello), una de esas personas que está ahí por realizar gestas increíbles a la altura de los auténticos dioses, rozando el cielo con la punta de sus dedos, sentado a lomos de los caballos alados más avanzados que el hombre pudo concebir y crear.

Nacido en Myra, Estados Unidos, Virginia Occidental, el 13 de febrero de 1923, Charles Elwood «Chuck» Yeager vino al mundo en una época convulsa, marcada por la postguerra y la gran depresión. Como a otros muchos (no elegidos), la vida lo llevó al ejercito, ¡pero no!… él no… él, no iba a resignarse a ser mecánico de aviones. A pesar de no tener estudios universitarios miraba alto, tan alto que decidió apostar fuerte, e ingresó en la escuela de formación de pilotos.

Durante su formación militar, demostró ser un piloto de combate soberbio, de una agudeza visual excepcional. Fue asignado a la Octava Fuerza Aérea durante las operaciones de combate en la segunda guerra mundial. Como demostración de su coraje (y curiosidad patria), en marzo de 1944, fue derribado mientras pilotaba su P-51 Mustang sobre los cielos de Francia. Logró evitar su captura y escapo hacia España. Por ello, pudo haber vuelto a casa, pero en su lugar presentó una solicitud para volver al combate que llegó al mismísimo general Dwight D. Eisenhower. Su petición fué aceptada y volvió a la acción en agosto del 44. Más tarde se le llegó a acreditar haber derribado cinco aviones alemanes el mismo día (no cualquier tipo de avión, sino 5 temibles Bf-109)… Impresionante.

Pero el hecho que más de admira de él, no fue el que se convirtiese en el primer hombre en atravesar la barrera del sonido en vuelo estable horizontal nivelado en el Bell X-1, un cacharro, que apenas si era un estrecho fuselaje con forma de bala, dotado de unas alas tan finas como papel de fumar, y propulsado por un peligroso motor cohete (algunos estallaron durante las pruebas). Nada de control electrónico, ni computadores de vuelo, ni gps, todo analógico, todo a la antigua usanza, todo buen hacer, profesionalidad y valor… Tampoco siquiera su accidentado intento batir el récord de altura en un NF-104A Starfighter, que le provocó quemaduras de tercer grado debido al cohete del asiento de eyección.

¡No señores, no! Lo que más me admira de él, fue cuando recordó con disgusto en sus memorias que, «se cometieron atrocidades por ambas partes«. Relató misiones terribles ordenadas por la Octava Fuerza Aérea de los EE.UU., como bombardear y ametrallar cualquier cosa que se moviera, para desmoralizar incluso a la población alemana. Durante el informe de una misión, dijo:

«si vamos a hacer de nuevo cosas como ésta, lo mejor es que nos aseguremos que estamos en el lado de los vencedores».

Yeager señaló además que no estaba orgulloso de la misión de ametrallamiento contra la población civil, pero “ahí están, en el expediente y en mi memoria«… Si señores… tuvo valor, el valor de reconocer que los dioses también se equivocan… el valor de reconocer los errores… y eso lo acerca aún más a la gloria.

Para la gloria no te eligen, la gloria se alcanza por méritos propios. Y la gloria cuesta, hay que pagar por ella, muchas veces un alto precio personal, incluso haciendo cosas de las que no te sientes orgulloso.

Un saludo, Damas y Caballeros.

P.d.: Antónimos: vulgaridad, fracaso.!!!

😎