Mujer, guerra y cine: La espía roja!!!
Hoy introduzco una nueva variante en este vuestro blog mis queridos lectores. Toca hablar de cine… de cine bélico en concreto, pero no en el sentido estricto de la palabra – espectaculares desembarcos, violentos combates o aguerridos soldados, ¡no! – sino como hilo argumental sobre el que está tejida la trama de la película que les presento. La cinta trata acerca del curioso papel de una especial mujer durante la guerra fría.
Quizá alguno de mis lectores habituales piense que el tema del que les voy a hablar no encaja en la temática a la que les tengo últimamente acostumbrados. Quizá alguno llegue a pensar que me estoy subiendo a esa ola que barre las costas del “pensamiento moderno” haciendo énfasis en el empoderamiento de la mujer – y que tan catastróficos resultados está teniendo para la pacífica convivencia entre hombres y mujeres -.
¡Y es cierto!… surfeo aprovechando la actualidad política y social… de manera accidental, pero reconozco que no les falta parte de razón al pensar así de mí. Tengo varios motivos para escribir este artículo, lo entenderán enseguida:
- Primero, en todo conflicto bélico, los servicios de inteligencia y sobre todo el espionaje han jugado papeles fundamentales a lo largo de la historia de la humanidad. En nuestro caso también durante el desarrollo de la bomba atómica, marco en el que se encuadra la película de la que trata este Post.
- Segundo, el próximo estreno de un film sobre la vida de Robert Oppenheimer, padre de la bomba atómica americana.
- Tercero, la carta que Vladimir Putin ha colocado sobre la mesa de la geopolítica internacional con la amenaza del posible uso de armamento nuclear táctico en el conflicto de Ucrania.
- Cuarto, que había pedido a dos personas relevantes – un caballero y una dama – que colaborasen con mi blog escribiendo acerca del papel de la mujer en la guerra. Estoy decidido a hablar de ello – de ellas – … y – si finalmente aceptan mi propuesta – mientras espero sus artículos – tener paciencia cuesta, las demoras suelen ralentizar nuestros planes – yo mismo vuelvo a tratar el tema.
- Quinto, usarlo como carta de presentación del debate de un cinefórum en el que participo.
- Y sexto, los soldados y, por supuesto, los espías son seres humanos… y tienen sus razones para actuar como lo hacen. Mas o menos justificables, pero las tienen. Precisamente la película que les acerco aborda sus motivaciones en profundidad y, como saben, este blog plantea la temática militar con un claro enfoque humanístico, por lo que la cuestión está servida.
Aviso: Hasta llegar al apartado de conclusiones, el texto que les presento está lleno de spoliers.
Procedamos pues.
Se puede contar mucho acerca del espionaje a lo largo de la historia, pero centrémonos en la época en la que se desarrolla la película…
Tras la Segunda Guerra Mundial, después de un cierto – y muy breve – periodo de reconciliación y hermanamiento entre las potencias vencedoras, comenzaron a aflorar las ansias de poder y las tensiones entre occidente y el bloque comunista. Hasta que estas se hicieron claramente patentes y a occidente no le quedó más remedio que tomar medidas, Iósif Stalin – hábil negociador – y sus servicios secretos se aprovecharon de la pueril inocencia occidental para robar todos los secretos militares que pudieron.
Sus métodos fueron de lo más variado, desde la tortura más salvaje a los más infantiles errores del bando contrario. Como prueba de esto último pongo el ejemplo de cómo se hicieron con parte de la tecnología de aleaciones de los motores a reacción británicos:
Los rusos habían capturado la tecnología de motores a reacción alemanes usados en aviones como los Messerschmitt ME-262 y los Arado AR-234. Basándose en ella desarrollaron el primer avión de combate a reacción ruso, el Mikoyan Gurevich MIG-9. Este era claramente inferior a los últimos desarrollos británicos. Sabían que si querían superarlos debían hacerse con los secretos de sus motores. Así, en aras de la vanidosa hospitalidad británica – y para escarnio del atraso ruso- se acordó una visita de cortesía a la fábrica de motores inglesa Rolls-Royce. Ciertamente, los “invitados” comunistas impresionados no tuvieron más remedio que reconocer la superioridad de sus innovaciones, pero – y aquí viene la “gracia” – mientras paseaban por las instalaciones, en la goma de su botas – especialmente diseñadas – se llevaron adheridas virutas de las aleaciones del metal con las que se fabricaban sus motores. Una vez en la madre patria, los expertos en metalurgia rusos las analizaron y … el resultado es de sobra conocido: El MIG-15, desagradable sorpresa, que dio muchos… pero que muchos… quebraderos de cabeza a los aliados en los cielos durante la Guerra de Corea!!!
La Espía Roja.
¡Jaaa, ja, jajaja!… mucho, me he divertido mucho leyendo las críticas a la película que los aficionados al cine han vertido sobre la misma en Filmaffinity…
Si, correcta, pero… ciertamente – a pesar de que tanto el director Trevor Nunn como Sophie Cookson y, sobre todo, la genial Judi Dench (interpretan a una Joan Stanley joven y anciana respectivamente) hacen lo posible por salvar la cinta – no es una gran película. Coincido con los críticos en que es bastante convencional y que carece de la profundidad que una historia como esa se merece, pero defraudaría a mis lectores si me limitase a hacer una crítica cinematográfica “clásica” – para ello tienen las respuestas que les mencioné antes y otras muchas que a buen seguro pueden localizar en la web –, así que léanme ahora atentamente.
La bomba atómica… ¡Qué cosa! Muchos, muuuchos dudan de que fuese necesario su uso sobre Hiroshima y Nagasaki para precipitar la rendición del ejército japones en la segunda guerra mundial. Mi opinión al respecto es ambivalente, tengo motivos a favor y en contra de lo que finalmente ocurrió.
Japón estaba vencida militarmente, pero… ¿quién sabe cuántas muertes y sufrimiento por ambos bandos hubiese costado la conocida obstinación japonesa por morir con honor matando y la americana por salirse con la siempre con la suya?
De lo que estoy absolutamente seguro es de las horribles consecuencias que tuvo su uso. El terror sin medida, la destrucción hasta niveles inconcebibles de todo y de todos, las consecuencias para vencedores y vencidos, las responsabilidades morales de sus acciones, tanto por haber dado lugar a su uso como por el pesar por las muertes ocasionadas… ¡Ufff! Demasiado peso sobre los hombros de la humanidad, … lo que me impulsa a esperar impacientemente el estreno de la película sobre Oppenheimer padre del artefacto y que ha rodado el afamado director Christopher Nolan.
Estaba claro que un arma tan poderosa podría inclinar la balanza hacia el bando que la poseyese, y guardar sus secretos se convirtió en tarea fundamental de los servicios secretos tanto americanos como británicos que, como narra la cinta, trabajaban en paralelo por convertirse en los primeros es poseerla. Se adelantaron por supuesto los americanos gracias al Proyecto Manhattan. Los británicos por su parte, y como muestra la película, pusieron todo su empeño en alcanzarlos y poseer tan preciada arma. Los soviéticos, que por culpa de la revolución rusa habían descabezado lo mejor de su comunidad científica, tuvieron que recurrir posteriormente a los científicos alemanes capturados y a sus muy eficaces servicios de espionaje – su famosa KGB se crearía años después (1954) de su primer ensayo nuclear (1949) -.
La juventud y la moda… ¡Qué cosas! Es cierto que juventud, moda y mujer son conceptos fuertemente ligados.
La juventud siempre lleva aparejados los conceptos de rebeldía y de transgresión. En la época de la película, la estricta política y moral británicas y el rol tradicional de la mujer invitaban a la juventud a saltarse las normas establecidas y romper barreras. Participar en foros progresistas y aventurarse en las delicias de sexo se convirtió en moneda de uso común en los ambientes universitarios. Reconozco abiertamente cómo la película alaba el mérito de la mujer protagonista en su lucha para ser reconocida más allá de su valor como simple secretaria, papel que en general otorgaba la sociedad a cualquier mujer con “algún estudio”. Ella demuestra ser capaz de mucho más, haciendo sutilmente gala de sus conocimientos científicos en un momento clave del desarrollo del arma nuclear.
En estos días se hace especial énfasis en la importancia del empoderamiento de la mujer, la película es claro ejemplo de ello. Lo demuestra el hecho de que el peso de la acción lo llevan las féminas. Tanto la protagonista Joan Stanley, como Sonya – la espía rusa interpretada por la actriz Tereza Srbova – tienen poderosas razones para actuar como lo hacen, una movida por las alas de la “buena” conciencia y la otra por su fidelidad a la patria rusa. Los hombres son notoriamente personajes secundarios a los que la cinta les da protagonismo circunstancial, siempre a la sombra de las inteligentes mujeres que los circundan. Se trata sin duda de una reinterpretación – tan de moda – de la realidad del pasado bajo el prisma de las corrientes de pensamiento actuales… Dudo que en esa época las cosas hubiesen sucedido tal y como se relatan.
Amor y manipulación… ¡Qué cosas! Cuando uno piensa en espionaje – situémonos en la época, no en la actualidad con sus avanzadas tecnologías -, inmediatamente acuden a la imaginación los dispositivos y las técnicas más sofisticadas: Pinchazos y sistemas de escucha telefónica/radioeléctrica, sofisticadas minicámaras de carrete en miniatura, alguna que otra droga/suero de la verdad y, por supuesto, muuucho alcohol y cama. !Pero no!… La película demuestra que sin necesidad de tanto artilugio la simple ingeniería social y las técnicas control y manipulación basadas en “la mujer” han resultado – y resultan siempre – una de las herramientas básicas, menos costosas y de mejores resultados tanto en el ámbito la recopilación de información de inteligencia y como en la captación de agentes encubiertos. Habla además de dos tipos de mujer – dos tipos de espía -, el alma cándida que se deja manipular y captar, y la perversa falsa amiga de doble cara que maneja la psicología del ser humano como el más afilado de los puñales.
Me pregunto si usar el arma del “amor” de una mujer por un hombre, o de un hombre hacia una mujer, es algo lícito. El amor confunde a cualquiera, bien porque nubla la capacidad de apreciar la realidad, bien porque la pasión desatada hace valorar más al objeto de la pasión que a la traición que supone dejarse arrastrar por sus consecuencias. Como arma de ingeniería social tanto Leo Galich – interpretado por Tom Hughes – el “príncipe azul” de Joan como su futuro marido Max – interpretado por Stephen Campbell – consiguen de ella en primer lugar, que “comprenda y acepte” los argumentos del amante comunista en pro de compartir los secretos militares con los rusos y, en segundo lugar que no confiese la traición a su país; el marido no denuncia a las autoridades la culpabilidad de su amada frente a las acusaciones de revelación de secretos militares con las que él acaba cargando a sus espaldas – estereotipos de la débil mujer corroída por el sentimiento de culpa y del hombre en su eterno papel de protector de las damas -. ¿Cómo se quedan?
¡Qué arma tan poderosa un beso!
Culpa y Familia… ¡Qué cosas! Vivimos en una época en la que todo parece permisible… el concepto de culpa está en extinción, en buena medida debido a una falsa interpretación del término “daño emocional” por el que se pretende evitar el sufrimiento que produce en el infractor el sentimiento de culpabilidad y, por otra parte, debido a esa corriente de pensamiento en la que para casi todo se puede encontrar una perspectiva desde la cual cualquier razonamiento nefando pueda tener cierta lógica. El primer argumento es usado en el mundo de la psicología y el segundo es usado por el mundo de la abogacía para defender hasta al más criminal de los reos.
Al principio de la película la anciana protagonista intenta negar los hechos frente a su hijo Nick – interpretado por Ben Miles -, abogado de renombre, que se niega a creer que su madre hubiese traicionado a su país. Entiendo que nadie en su sano juicio pueda pensar que una mujer, una madre, una “inocente” viejecita, sea culpable de semejante felonía. Pero hacia el final de la película, cuando se hace patente su evidente culpabilidad, al hijo abogado se le derrumba esa imagen idealizada que tenía de su progenitora y, como profesional en ejercicio, se le plantea el dilema moral de si es coherente defender a semejante ser merced al vínculo familiar que lo une a ella.
Es de sobre conocido por todos que Adolf Hitler se suicidó en su búnker en Berlín cuando dio la guerra por perdida… pero me planteo la siguiente ucronía:
Imaginen que hubiese tendido hijos con Eva Braun. Eva – y supongo que también Adolf – probablemente los habría tratado con todo el cariño y mimos de los que una madre es capaz, intentando ocultarles los locos derroteros por los que su padre estaba conduciendo a la nación. Los habría tratado de proteger, probablemente escondiéndolos en alguna granja remota de Baviera a la espera de la derrota final. Allí, apartados de las bombas y de los disparates de la guerra, conservarían un hermoso recuerdo de sus progenitores. Pues bien…. Suponiendo que al final de las hostilidades de alguna manera hubiesen sobrevivido, cuando los hijos hubiesen sido mayores… ¿Cómo mirarían al padre? Y… ¿Cómo justificarían que la madre llegase a enamorarse de un individuo que fue capaz de llevar al holocausto a media Europa? ¿Qué cara se les quedaría?
¿Es el vínculo familiar lo suficientemente fuerte como para perdonar cualquier aberración? En nuestra película… ¿Un hombre de ley, amante de su país – y de su madre -, tendría la serenidad de considerar una posible justificación legal para tan desleales actos? ¿Qué motivos personales lo llevaron al final a optar por defender a la madre? ¿Algún argumento legal, o el peso de la familia? Pero… ¿ y Ella?… Joan, !una mujer!… ¡Una mujer inteligente y formada!… ¿Acaso no se daba cuenta de lo que estaba haciendo o no consideró las consecuencias?… ¿No cometen errores imperdonables?… ¡En fin!…
Conclusiones.
La película, los hechos y la mujer en la guerra dan para todo un libro, pero es hora de ir acabando. No he hablado para nada del vestuario, de la fotografía, de la banda sonora, ni de otros componentes habituales de cualquier análisis cinematográfico. Por el contra, les animo a ver la película… pero… mírenla con actitud crítica y piensen como habrían actuado ustedes en circunstancias similares. Tengo mis dudas al respecto, pero me inclino a pensar en que por mucho que se intente justificar la actitud de los protagonistas y sus decisiones, a buen seguro, estas violarían ese principio universal que se expresa en la frase de Mahatma Gandhi:
«La felicidad se alcanza cuando lo que uno piensa, lo que uno dice y lo que uno hace están en armonía.»
No les podía dejar sin una última apostilla, ¿eh?
Por otra parte, no dejo de pensar en que quizá Melita Norwood – personaje real en el que está basada la película – tuviese razón. No sé cómo acabó la historia de la figura real, pero lo que sí sé es que desde finales del 45 llevamos un periodo de “cierta” calma – con deshonrosas excepciones – en el que la guerra fría y la amenaza de aniquilación mutua ha mantenido los conflictos “contenidos” y restringidos en su extensión, peeero…
Cierro los ojos y sacudo la cabeza en desacuerdo conmigo mismo… la amenaza nuclear es demasiado peligrosa. De hecho, ahora está sobre el tablero de juego ucraniano… y China, Corea del norte, Irán – aún no la tiene, pero no dudo que la vaya a conseguir – y otros países no creo que se lo piensen demasiado a la hora de usar el arma nuclear.
Todo parece un avispero a punto de estallar… ¿Quién sabe si no hubiese sido mejor mantenerse calladitos y los secretos militares… secretos?
Un saludo, Damas y Caballeros.
P.d.: De nuevo les invito a atreverse a redactar una colaboración desinteresada para ser publicada en este blog… ¡y ser señalados por ella! ¿Se animan?
😎
To all that suffered!!!
Estaba preparando un nuevo artículo para este vuestro blog que pensaba publicar en cuanto hubiese terminado de documentarlo, pero a veces las circunstancias o acontecimientos sugieren sus propios caminos.
El que voy a recorrer ahora… no, no trata de analizar las consecuencias, en el “statu quo” militar del «imperio británico», del recientemente acaecido deceso de la inmensa e indescriptible figura de la Reina Isabel II de Reino Unido, personaje sin parangón en la historia del mundo actual. A pesar de no estar destinada a ser reina, la abdicación de su tío Eduardo VIII la situó como heredera en la línea sucesoria británica. Su fuerte carácter la llevo incluso a enfrentarse a su padre, el rey Jorge VI, para poder unirse al ejército británico, al que finalmente se incorporó en el Servicio de Mujeres del Territorio Auxiliar, llegando a alcanzar el grado de Comandante Junior. Colaboró en la defensa de su país durante los tristes días de la Segunda Guerra Mundial y, tras su finalización, ha defendido como nadie los intereses británicos y la institución monárquica.
Entiendo que los súbditos británicos se sientan orgullosos de ella… no es para menos.
Lo cierto es que el motivo por el que les escribo está relacionado también con el fallecimiento de personas ilustres y con la segunda guerra mundial. Les explico.
El viaje.
Tenía en mi lista de “viajes/tareas pendientes” dos cuestiones:
Así que cuando decidí a dónde viajar durante mis vacaciones… “Los países bajos” fue el destino elegido.
Dejo la cuestión de mi excompañero para el ámbito personal, pero de lo que si les voy a hablar es de lo que representó mi corta visita al mencionado cementerio, motivo por el que les traigo este post.
Impresión
No sé si ustedes habrán visitado este o algún otro cementerio militar de la segunda guerra mundial, como por ejemplo los que se encuentran en Normandía. Confieso que yo no, este ha sido el primero. Pero si admito que me hacía especial “ilusión” – lo pongo entrecomillado por un motivo que expondré más adelante -.
Al llegar al lugar, encontré un escenario Im-Presionante… de película. Un recinto elegantemente cercado, al que se accedía a través de una suntuosa reja coronada por dos refulgentes águilas americanas doradas. Una “mole” en forma de soldado americano vigilaba la puerta de acceso. Una pequeña caseta que hacía de centro de interpretación del recinto y su significado. Y tras ella, el camposanto en sí.
El lugar está oficialmente declarado territorio americano. El honor y la honra a sus caídos brilla mires donde mires. El césped verde claro cortado al milímetro. Las lápidas blancas, impolutas y perfectamente pulidas. Los nombres de los soldados grabados en cada una de ellas al bajorrelieve. Y la bandera americana ondeando al viento… ciertamente los americanos saben cuidar esas cosas, el aspecto general del recinto era de cine… literalmente.
Vigilancia.
No observé feas cámaras de vigilancia estorbando la “puesta en escena” del cementerio, pero, conociendo el valor de lo que allí se guarda, seguro que habría algún avanzado sistema de grabación de video discretamente situado controlando el perímetro. Lo que sí resultó evidente y notorio fue otra “mole” de soldado, siguiéndonos y supervisando a aquellos que, como yo, recorríamos el recinto empapándonos de lo que representaba – muy amable y atento a nuestras preguntas, pero siempre ojo avizor, pendiente a lo que sucedía alrededor -.
En contexto.
Quizá os sorprenda el enfoque que le voy a dar a este apartado… bastante alejado de la vertiente militar…
Os pregunto: ¿Sois supersticiosos? ¿Creéis en las “energías”?
No tengo claro qué mecanismos gobiernan al alma y el pensamiento humanos, tampoco el poder que la sugestión ejerce sobre el pensamiento – Todos los aficionados a la temática militar estamos claramente influenciados por la avalancha de información y contenidos relacionados con la muerte en combate, y en particular sobre todo lo acaecido durante la segunda guerra mundial -. Así que quería ahora haceros especial hincapié en lo que sentí al estar allí, pisando ese inmaculado verde césped cubriendo los restos de los soldados que participaron en el conflicto.
Fue algo extraño, algo que solo he sentido el otro lugar similar, la sala de incineradoras del complejo principal del campo de concentración Auswitch-Birkenau. Era algo que se palpaba en el ambiente. Era algo que me constrenía el corazón. Era… quizá el saber que allí se encuentran los restos de personas que dieron su vida por defender la libertad.
¿Creen ustedes que sus espíritus están allí aun gritando su dolor o quizá silenciosamente advirtiéndonos de las consecuencias de una guerra?
No sé, no puedo explicarlo… pero algo que me sobrecogía emanaba del lugar. Si alguna vez lo visitan, por favor confírmenme si sienten algo parecido.
El soldado.
Mientras caminaba por allí, pensé en los soldados yacían enterrados. Al acercarme a las tumbas me fijé en una en particular, la del soldado judío con cuya fotografía que ilustro esta entrada: Michael Rakoff, nacido en 1905 y muerto en 1944.
Apenas he encontrado datos acerca de él. 39 años, bastante joven. Ninguna fotografía suya. Escasamente su fecha de nacimiento, 23 de Julio de 1905 y una referencia a su historial militar en el que se indica que se trataba de un soldado condecorado con, entre otras medallas, el Corazón Púrpura. Se alistó en el ejército de los Estados Unidos donde sirvió con valor como soldado de primera clase en el regimiento de infantería 317 hasta su muerte en acción el 26 de diciembre del 44… Un fallecido, una persona muerta… un “ya no podrá ser”. Me pregunté cómo habría sido su muerte… – cerré un momento los ojos -…, si le dio tiempo a darse cuenta, qué pensamientos pasaban por su cabeza mientras se desvanecía, qué proyectos dejó en el aire, a qué personas queridas abandonó…
Y así hasta 5.076 soldados… ¡Piensen!… Cinco mil setenta y seis almas destrozadas. Cinco mil setenta y seis vidas segadas traumáticamente. Cinco mil setenta y seis futuros cortados de raíz… Es verdad que ellos sabían a lo que iban… peeero… no es excusa.
Regresaba en coche de vuelta al hotel considerando lo que allí había visto… Imaginé una pequeña población, imaginé cinco mil setenta y seis asistentes a cualquier evento… ¡Imagínenlo ustedes!… Muuucha gente, muuuchas personas… Todos de pie, todos en fila, todos sonrientes… y pocos minutos después… sus cuerpos yermos, tirados en el suelo, muertos… Me costó trabajo sobreponerme a ese pensamiento.
General Patton.
Entre todos los soldados enterrados en el lugar sin duda habría muchos hombres de valientes y con agallas, pero entre todos ellos destaca especialmente la figura del hombre cuyo célebre pasado me dio el motivo definitivo para visitar dicho cementerio militar: El general George Smith Patton.
Si antes les hablaba del fuerte carácter de la reina Isabel II… el del General Patton estuvo como poco a su altura. Curiosamente no murió durante la batalla de las Ardenas, ni siquiera durante la segunda guerra mundial sino tras ella en un triste accidente de tráfico. Pese a que muchos lo vieron como un guerrero puro y feroz con lo que se ganó el sobrenombre de “General Sangre y Agallas” – «nuestra sangre y sus agallas», decían algunos soldados -, la historia lo ha dejado con la imagen de un brillante, pero solitario líder militar salpicado por insubordinaciones, transgresiones y periodos de cierta inestabilidad emocional.
Fue sin duda una figura emblemática, polémica, pero que se ganó el respeto de todas las tropas que lucharon bajo su mando e incluso el de las que luchaban contra él.
Siempre recordaré la excelente película de 1970 en la que George C. Scott encarnó la figura del general. Os la recomiendo… peliculón a mi juicio.
Me situé frente a su tumba… que preside el camposanto… y le presenté mis respetos.
Honrar a los muertos.
Cuando un país, una nación, un estado… envía a lo mejor de sus ciudadanos, lo más florido de su juventud, lo más granado de sus militares, a una guerra sabiendo que corren el riesgo de no regresar, es de recibo que se recuerde de alguna manera su sacrificio.
En la antigüedad se creaban leyendas, de escribían cantares, se pintaban gigantescos cuadros escenificando la rendición del enemigo para decorar los salones del reino, se componían épicos poemas glorificando el valor de sus soldados. Ahora, un mundo enfocado a lo visual, a lo “peliculero”, se ha creado semejante lugar para honrar a sus caidos en acto de servicio. Un escenario a la altura de la pérdida que sufrieron y que cuidan con mimo para recordar el legado de su sacrificio… el legado de la sangre y las agallas.
Salí de allí caminando, contento por haber cumplido uno de mis sueños, pero jodido… bien jodido… por la impresión que me causó saber que bajo la tierra que pisaba se encontraban los cadáveres de gente que con toda seguridad no se merecían el final que tuvieron.
Cementerio alemán.
Mientras recorría el camino de salida del recinto noté un pequeño cartel indicador de que a apenas a unos kilómetros se encontraba el Cementerio Alemán… el cementerio del bando contrario. Lo había buscado días antes en internet y parecía un lugar interesante para complementar la visita. Pregunté al guía qué tal estaba y si podríamos visitarlo. Me respondió que estaba bastante descuidado, algo dejado de la mano de dios y que no merecía la pena. En cualquier caso, me hubiese gustado visitarlo – queda pendiente -. También dieron su vida por su país, también merecían su reconocimiento – Di-Ez-Mil No-Ve-Cien-Tas Tre-Ce tumbas – 10.913 -,… sin palabras.
Epílogo.
La respuesta del guía me hizo pensar en la diferencia de trato respecto a sus caídos de vencedores y vencidos. Como unos encumbran a sus héroes y otros prefieren dejar correr un tupido velo.
Me hizo pensar en la Guerra Civil Española… en el “Spain is different” – no la frase de Fraga, sinó esa característica manera de hacer las cosas tan imbuida en nuestra idiosincrasia -, en el Valle de los Caídos…
¿Qué tiene que pasar en España para que dejemos de utilizar nuestros muertos como arma arrojadiza? ¿No merecen un lugar en el que se les recuerde? ¿Qué tenemos que hacer para que simplemente se les reconozca que en cada bando se luchó por lo que en ese momento creían justo? ¿Qué pasa?… ¿Que parece que ahora los únicos muertos que importan son los del bando republicano?… A la mierda!!!
Me marché despacio, en silencio…. Dejé en el libro de visitas de la caseta de entrada mi propia nota de respeto… “To All that Suffered”!!!
Un saludo, Damas y Caballeros.
P.d.: Espero que no les haya asustado mi “insulto” final, soy una persona bastante moderada, pero también tengo mi temperamento. Confío en tener listo en pocos días el artículo del que les hablé al principio.
😥