El blog de Gunner!!!

Confesiones/crónicas de un internauta asombrado.

15. febrero 2014 02:43
by Gunner
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Roma, ciudad eterna!!!

15. febrero 2014 02:43 by Gunner | 0 Comentarios

Uno de los inconvenientes, por culpa de un fallo completo de sistemas, de pasar el día de tu cumpleaños y el subsiguiente fin de semana, pinchado, en el trabajo, con un estrés de campeonato, hasta altas horas de la madrugada, obligado a realizar una compleja recuperación total de desastres, para que el lunes todo el mundo pudiese volver a realizar sus monótonas, pesadas y aburridas labores como si nada hubiese pasado, es que, en ausencia de incentivos salariales, al menos lo han agradecido concediéndome unos días de libre disposición. Tenía que gastarlos o los perdía. No quería emplearlos a la manera convencional, así que me dije: "Roma", mis esporádicos pero fieles lectores.

Pero ¿por qué Roma? ¿Por qué la Ciudad Eterna? A veces me cuesta muuucho decidir, pero esta decisión fue rápida, como un flechazo, como amor a primera vista.

La respuesta es simple (o compleja, según se mire):

Quería sentir la Roma de la historia.

Imaginar la Roma de Nerón incendiada, devastada y reconstruida por él como monumento a su megalomanía. Caminar por la Roma de Julio Cesar, por cuyas calles hacía sus entradas triunfales después de sus conquistas en campañas militares y donde a su vez fue traicionado y asesinado vilmente por sus más allegados. La Roma de Trajano, alegrándome de cómo un español, un sevillano, dirigió los destinos del mayor imperio que ha conocido la humanidad. La Roma de Miguel Ángel y los Papas, para darme cuenta de cómo la religión y el esfuerzo humano nos han legado algunas de más impresionantes maravillas que el arte y la arquitectura han dejado para la historia y la humanidad. La de Mussolini y Berlusconi polémicos políticos amados y odiados a partes iguales por sus compatriotas y coetáneos…

Pero también la Roma de cine.

Quería ver a esa hermosa y voluptuosa Anita Ekberg en "La Dolce Vita" de Fellini bañándose con sensual descaro en la Fontana de Trevi. Esperaba cruzarme con Gregory Peck y Audrey Hepburn bajando apresuradamente por las escaleras de la Piazza di Spagna durante las "Vacaciones en Roma" de William Wyler. Incluso quien sabe, quizá esperaba ser yo quien ayudase a la dulce, encantadora e inocente Alessandra Mastronardi a encontrarse de nuevo con su destino en la "A roma con amor" de Woody Allen. Pero puestos a divagar quizá hubiese sido posible mantener una insustancial charla/reflexión con Toni Servillo en una de sus exóticas reuniones de amigos al estilo de "La gran belleza" de Paolo Sorrentino

Todo eso y más sentí y viví en la Roma de mis sueños. Pero… a pesar de todo… de las iglesias, de las catedrales, de la plazas, del arte, de la piedra, del bullicio, de la comida... de las romanas... si tuviese que quedarme con algunos momentos especiales…

Tras salir del Vaticano y de la Basílica de San Pedro me encontraba profundamente conmovido por la tormenta de sensaciones que se acumulaban en mí, de modo que ya fuera, en la pequeña oficina de correos de la Santa Sede, compré y escribí una postal dirigida a una persona muy especial que lo necesita. Tal fue la carga emotiva de las breves, sencillas y sinceras palabras que le dirigí que no pude evitar derramar unas lágrimas pensando en la intensidad del mensaje y su reacción cuando la reciba.

Justo antes de atravesar el Ponte Cestio que me trasladó al Trastévere (barrio de pequeñas calles torcidas, casi rotas, empedradas, llenas de apacibles recovecos, y pintorescos locales donde detenerse a comprar artesanía, picar u hospedarse), tuve la fortuna de vivir una cálida e impresionante puesta de sol sentado, solo, en el suelo junto al obelisco de la Plaza San Bartolomeo da Isola en la Isla Tiverina.

Por último, y a pesar de los muchos templos y catedrales que visité, me quedaría, con la misa al anochecer en la pequeña, vieja y casi olvidada iglesia de San Benedetto in Piscinula, cuya música de órgano y sus eclesiásticos (Heraldos del Evangelio) ataviados al modo de antiguos cruzados, consiguieron captar mi completa atención.

Una vez alguien me dijo: "Si vas alguna vez a Roma, haz muchas fotos y también alguna locura". ¿Fotos? Ya me conocen, como Cirano a su nariz, yo, voy pegado a una cámara. ¿Locura? La mayor sin duda abandonarla sintiéndola mía.

Tuve que regresar a Sevilla… que remedio. Los que me conocen saben lo que me gusta caminar, circular, pasear, deambular por la Avenida de Eduardo Dato a ciertas horas y el porqué, pero hacerlo, mientras conduces despacio, relajado ,escuchando Shine On You Crazy Diamond (I-V) de Pink Floyd, de regreso a casa tras aterrizar en el aeropuerto a las 23:30, ha sido el sublime colofón a mi aventura italiana.

Y me he quedado con una curiosa pregunta/impresión en mi interior que a buen seguro ustedes mismos habrán sentido, ¿Cómo es posible que hace unos minutos estuviese en allí, rodeado del seductor abrazo de la historia y ahora aquí, en nuestra maravillosa ciudad? No se trata de una pregunta puramente geográfica sino más bien filosófica: ¿Cómo el presente se convierte en pasado de manera tan asombrosa?

Un saludo, Damas y Caballeros!!!

P.d.: Pero no es la única inquietud: Si Roma ya es pasado… ¿Qué nuevas aventuras, emociones y desafíos me depara el futuro?... No se… pero me gusta lo que intuyo. (Ah, y como siempre, votos y comentarios, pulsando en los enlaces que aparecen un poco más abajo).

Surprised

4. abril 2012 06:03
by Gunner
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Mío-Tango.

4. abril 2012 06:03 by Gunner | 0 Comentarios

Acabo de cenar algo ligero, mis apreciados lectores, un sabroso sándwich de cabecero de lomo con finas lonchas de exquisito queso curado y toques de tomate frito en aceite de oliva, todo ello regado con una copa de buen Ribera del Duero. Emiten en Paramount Channel Vacaciones en Roma, con Gregory Peck y Audrey Hepburn y escribo estas notas justo en el momento en que bailan abrazados, rozando mejilla con mejilla, frente al Castel Sant’ Angelo. Y precisamente de eso voy a hablarles, de baile.

Esta noche he mirado indeciso el teclado de mi portátil, dudando temeroso si enfrentarme a él. Recuerdo las palabras que escuché hace unos días en boca de una exótica Dama de regio nombre, mientras tomaba, junto a unos compañeros de clase, copas en el Anima. Ella, reclinada a modo de Maja vestida en el sofá de uno de los patios interiores del local, nosotros rodeándola a modo de fieles cortesanos. Me sugería que escribiese qué siento al bailar y no he encontrado otro momento para hacerlo que esta noche en la que el insomnio amenaza con pasarme factura de nuevo otra vez.

Muchas veces lloro pensando en el abrazo perdido, ese abrazo que calma todas las ansiedades que atenazan el corazón del hombre.

Pocas veces he vuelto a sentir la misma sensación, y aunque rara vez ocurre a lo largo de una milonga, cuando sucede compensa todo el esfuerzo que supone enfrentarse al reto de desenvolverse en una pista de baile llena hasta los topes de bailarines que pugnan por el reducido espacio en constante cambio del que se dispone para disfrutar del cercano y cálido abrazo de una Dama.

Bailar en una pista atestada es como intentar conducir en un monumental atasco justo a la altura de un cruce de avenidas, en el que las luces que regulan el tráfico están tan apagadas y/o locas como las luces, que más que iluminar, empenumbran la pista de baile, y en la que cada uno de los conductores busca la manera de sortear el tráfico sin tropezar con, ni arañar las satinadas medias negras alzadas sobre espigados zapatos de tacón de visten las elegantes Damas que pululan por la pista. Poco a poco, y merced a las técnicas que a base de sudor y tesón nuestros sabios maestros consiguen inculcarnos repetitivamente en el subconsciente, vamos aprendiendo a salir exitosos de tales embrollos.

Sin embargo a veces surge un milagro. Tal y como acontece en algunas películas en determinado momento y con la persona adecuada, parece que súbitamente el escenario se vacía y las personas, que momentos antes lo saturaban, desaparecen, dando la sensación de que estáis solos tu y esa única mujer, sumergidos en un baño de dulce sonoridad, y más aún, gracias a la cercanía y la calidez del abrazo, durante los apenas tres minutos que dura un Tango, se convierte en la mujer con la que acompasadamente haces el amor.

Puedo contar con los dedos de una mano las veces que me ha ocurrido, pero créanme compensa…

Esta noche me ha sucedido. Me sucedió, muy a mi pesar, también el jueves pasado, ella me dijo al oído "No estoy bailando bien". Yo la estreché con aún más delicadeza y respondí  "¿Sabes una cosa? Me da igual como bailes, solo quiero abrazarte. Relájate, diviértete".

Después, te marchas a casa, conduciendo solitario y adivinando el parpadeo de las luces que a lo lejos van marcando tu retorno…, y... ¿quien sabe? Puede que otra noche, al ritmo de otro Tango, y en los brazos de otra mujer... ¿de quien serán esos otros brazos?

Un saludo, Damas y Caballeros!!!

Wink