El blog de Gunner!!!

Confesiones/crónicas de un internauta asombrado.

30. octubre 2016 14:19
by Gunner
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Relato: El arbol que quiso ser Humano.

30. octubre 2016 14:19 by Gunner | 0 Comentarios

¿Puede un relato de título tan bucólico estar lleno de dolor, esperanza, complejos sentimienos, e ilusiones perdidas?... "¿Quién sabe?" ¿Acaba bien... ó acaba mal?... "Tendrás que esperar a leerlo", fue la respuesta que di a la joven dama a la que le esbocé el comienzo susurrándoselo suavemente al oído mientras acariciaba lentamente el borde de una taza humeante de café al preguntarme por ello. Creo, que si leen de nuevo el título algo puede intuirse, aunque por otra parte tooodas las fábulas contienen algún tipo de reflexión y enseñanza para quien lo lee. ¿No?. Si les ha intrigado mi propuesta al menos una pizca, les invito, mis selectos amigos, a que pasen y lean este cuento con el que rompo mi letargo bloguero más de un año.

   

En un remoto país atravesado por un río con forma de Anaconda, había, hace mucho tiempo, un gracioso árbol, de largo cuello, cabeza rechoncha y pies profundamente hundidos en la tierra. No era un árbol como los demás árboles, era un árbol perdido y solitario en medio de un enorme bosque de árboles. Los demás arboles eran altos y esbeltos, de finas y estilizadas hojas mecidas por el viento, de portes elegantes, distinguidos, distantes y casi con cierto aire de superioridad; en cambio él, bajito, no mucho pero bajito en comparación, era de copa redondeada, pero ramas fuertes y cargadas de hojas grandes como palmas de la mano. Se encontraba allí, raro, pero allí, y se preguntaba cómo había acabado en ese lugar al que claramente no pertenecía.

Pero precisamente en ese lugar atípico, casi en la frontera donde el bosque se convertía en pradera, allí donde se encontraba, tenía algo de lo que los demás carecían: Una graaan y tupida sombra, que protegía a los nativos del calor en verano y de las torrenciales lluvias del otoño. En los períodos de incubación en sus ramas anidaban exóticas aves, en primavera los amantes solían sentarse bajo el a hacerse eternas promesas de amor, en verano las familias colgaban hamacas bajo sus brazos ("Tanto peso bajo mis brazos...ufff", - Si, él mismo reconocía que se asustaba mucho cuando lo hacían), y en otoño, aquellos amantes arañaban la dura y áspera piel de su tronco garabateando palabras de amor y promesas de fidelidad ("¿cuánta dulzura?" - Pensaba él). En invierno... pasaba frio - como todos -, muuucho frio (a ver, ¿quién dice que un árbol no pueda pasar frio y lo tenga que soportar estoicamente por el hecho de ser un simple árbol?). En fin, los veía gozar, los veía reír, los veía disfrutar, sentía como cosquillas los trazos en forma de corazón con que arañaban su tronco, e incluso a algunos, los veía llorar; lágrimas algunas de alegría y otras de inmensa pena. Lo rodeaba un mundo de emociones  que los humanos sin quererlo o sin saberlo involuntariamente compartían con él; y por ellas los envidiaba, secretamente ansiaba saber que pensamientos albergaban sus mentes, qué pasaba por sus corazones y qué sentían sus almas.

Y un día al anochecer, en una noche de eclipse, de esos raros eclipses que ocurren muy de cuando en cuando, en el que la luna se tiñe de rojo pasión, levantando como pudo el haz de sus hojas y agachando ligeramente su copa a modo de súplica le habló a la luna menguante:

 - "Oh luna que me acompañas todas las noches, que haces brillar mis hojas con tu luz de plata, y que vigilas el sueño de todos los animales de la selva, por favor concédeme un deseo: quiero ser humano... aunque solo sea por un instante".

Y como sabe que todos los deseos tienen un precio añadió:

 - "Si me lo concedes, te prometo que creceré, creceré y creceré, esparciré mis semillas y haré que mis hojas y las de mi prole conviertan poco a poco el bosque en un enorme cristal y reflejen aún más la belleza de tu luz, seremos el espejo en que te mirarás desde allí lejos donde orbitas, y que una vez caídas con sus restos se fertilice el suelo, para que el bosque crezca sano y frondoso en tu honor".

Y se esforzó esperando ver su promesa realizada. Cumplió su parte, floreció, creció y floreció y creció, y brilló de noche... muchos, muchos años... muuuchos años...

Pero poco a poco con el tiempo y comprobando en sus maderas que su petición no se cumplía esa ilusión se disipó y... acabo por desaparecer. Como consecuencia, dejó de sonreír a la luna, sus hojas se marchitaron, y poco a poco fue sumiéndose en una profunda depresión que debilitó su largo cuello y secó sus ramas, por lo que al ver su decrepitud los nativos dejaron de acudir a su alrededor y cobijarse bajo sus ramas... (ufff, que mal lo estaba pasando)

Pero no acabaron ahí sus desgracias, pues para complicarlo aún más una empresa maderera comenzó a talar el bosque. Vio como gran parte de su abundante prole, desapareció víctima de las afiladas cuchillas de las motosierras, y para más desesperación y dado su lamentable estado el mismo sufrio ver como que era seleccionado para la tala, sentir como era arrancado del suelo y como sus raíces quedaban abandonadas, yermas de la tierra que hasta ese momento había sido su hogar...

Mientras estaba siendo transportado en la parte de atrás del camión hacia la serrería junto a otros troncos cortados con los que compartía destino, se consoló pensando:

- "Al menos usarán mi madera para crear bonitos y prácticos muebles con los que decorar la casa de alguna familia humana." - Y allí fue depositado junto a otros viejos troncos a la espera, como mal menor, de ser troceado y quizá acabar en el salón de alguna casa en la que compartir el resto su existencia con los seres humanos.

Pero pasaba el tiempo y veía entrar jóvenes y fuertes troncos en el aserradero. Uno tras otro los veía salir convertidos en listones, en tableros, en largueros, en tablillas, en paneles de chapa, pero él se iba pudriendo poco a poco víctima de las polillas, las ratas y la intemperie. Su desesperación y su impaciencia se acrecentaban por días y días hasta que finalmente se dio cuenta que su madera estaba tan roída y carcomida que sería inútil usarla para algo productivo.

Tan solo rezaba (si es que un árbol le está permitido rezar) por no acabar sus días en una inmensa candela de viejos troncos...

¿Qué curioso me muevo?- Se despertó un día por la mañana alzado por una inmensa y oxidada grúa que lo levantó sin miramientos y lo dejo caer sin contemplaciones en la cinta transportadora que lo conducía a la negra, profunda y descorazonadora boca de una trituradora de madera, dónde sabía a ciencia cierta que sería triturado y machacado inmisericordemente hasta alcanzar un tamaño en el que su esencia de árbol desaparecería.

Gritaba desesperado con lágrimas de serrín, sus esperanzas, sus ruegos a la diosa Luna, su sueño de humanidad... todo... todo perdido... todo sin sentido... Cerró los ojos y se dejó triturar mientras sentía como el metal devoraba su carne de madera y su cuerpo era hecho añicos.

Terrible... cuanto sufrimiento, cuanto dolor, cuantas esperanzas frustradas, cuanta ilusión desesperada... sin duda sentía que no lo merecía, que un árbol de provecho y corazón como el suyo...

- Luna, ¿dónde estás ahora?, ¿y mis promesas cumplidas?, ¿dónde está tu magia?, ¿dónde está ese poder por el que todos te admiran?... Piedad, piedad, piedad... -  Gritó y gritó mientras los rodillos lo amasaban, mientras sus restos eran sumergidos en un líquido corrosivo que acabo disolviéndolo, mientras lo convertían en pasta de papel... su vieja madera no servía para otra cosa.

Acabó sus días en el supermercado convertido en un paquete de pañuelos de papel en las estanterías una pequeña tienda de desavío cerca de la entrada de metro de Golders Green, en la periferia de Londres. Allí, una delgada joven universitaria, de salud delicada, algo resfriada, pelirroja, de tez blanquecina y pecosa carita lo compró junto con una unas tabletas de chocolate al regaliz y una botellita de agua. Tomó el metro hasta Hyde Park y se reunió con ese chico con el que soñaba por las noches mirando a través de los cristales de su habitación a la romántica Luna que alimentaba su joven espíritu de mujer.

Y alli sentada en una tumbona al sol de un curiosamente soleado atardecer londinense, la chica recibió su primer beso, un beso puro, de amor auténtico, el culmen de todos sus ruegos.. - quéee primer beso - . Abrió su corazón en canal con tanta fuerza que de sus ojos brotó un bellísimo reguero de lágrimas de emoción; esas lágrimas que contienen el extracto puro de las más intensas y hermosas emociones que ningún corazón humano pueda albergar; esencia de vida, esencia de emociones, sentimiento en forma líquido lloro.

Sacó un pañuelo de su bolso, y se secó las mejillas y los ojos... Y de repente amigos... ¿qué pasó? ¿Cómo ha sido posible?... Las lágrimas de la Dama rozaron sin querer los últimos restos de la esencia del árbol... y por un instante, nuestro querido árbol... pudo sentir... Pudo sentiiiiiiiiir. Y comprendió.

La Luna mostró una tímida sonrisa y, fijáos bién al mirararla, desde entonces la lángida expresión de la luna llena parace algo menos triste. Y los hijos del ya nuestro árbol crecieron esplendorosos hasta cubrir el país, donde todas las noches siguen alzando sus hojas como un inmenso espejo.

Fin.

 
   

Ni yo mismo se como calificarlo, ¿es esperanzador o dramático?, ¿qué opinan ustedes? Lo dejo a vuestra sabia elección. En cualquier caso está dedicado a esos lugares y personas que llenan mi vida con momentos que recordar, siempre son especiales y ell@s lo saben.

Un saludo, Damas y Caballeros!!!

P.d.: Y como siempre, votos y comentarios pulsando en los enlaces anexos, gracias.

Smile

16. abril 2014 17:17
by Gunner
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El Tibet está en Jaén!!!

16. abril 2014 17:17 by Gunner | 0 Comentarios

Barreras... Unas veces están diseñadas para protegernos, otras para apresarnos. Algunas veces nos las imponemos nosotros mismos para hacer frente a nuestros temores y otras nos las imponen para controlarnos bajo la denominación de convencionalismos sociales, pero están ahí. Tantas, que nos impiden tomar decisiones al hacer compleja la serena tarea de valorarlas para poder apreciar los matices que las delimitan, conspicuos lectores de este incalificable blog.

Siempre lo he dicho. Mientras alguien no se enfrenta a una barrera, esta no existe (puede que por desconocimiento o ignorancia, pero, para él, no existe. Es más, puede que precisamente por ello no perciba su existencia y simplemente la atraviese), hasta que lo hace. En ese momento la convierte en un problema que le atañe personalmente, pudiendo llegar a paralizarle, causándole dolor y frustración.

Si me aceptan una sugerencia, para evitar esa parálisis recomiendo un "sencillo" ejercicio:

Imaginen a una persona joven sentada, en una oscura esquina apartada de un bar, frente a una botella, pensando en arrojarse al vacío desde un precipicio por culpa de ese problema (la pérdida de su empleo, una enfermedad, un problema sentimental, etc.) que considera insuperable, voces dentro de él/ella inducen a cometer una locura, ¿no?

¿En qué consiste el ejercicio?

Bien: Consiste en intentar, por un instante, ejercer el papel de un observador imparcial que mira la escena desde fuera, observando como ese/a joven frustrado/a se encuentra ahora comiéndose la cabeza por una estúpida (para él/ella no tanto) banalidad. Ve a esa persona, sentada, con los codos sobre la mesa apretando las manos contra la sien, turbada en un mar de contradicciones. Ufff... ¿cuánto dolor, no? Enfocándolo como propongo, fríamente, mirándolo desde fuera, se llega a comprender lo irreal de su situación y/o sus alternativas. ¿Comprende cuan inútil puede llegar a ser el dolor que ese joven está padeciendo? ¿No sería incluso capaz de aconsejarle cómo enfrentarse a sus dudas, eh? (tal y como a buen seguro hace cuando aconseja a algún amigo).

El truco consiste en que esa persona realmente es usted (Hmmm, le pilléee!!!. He conseguido involucrarle en el tema, ehhh???) en uno de esos momentos en que atraviesa (atraviesas) una crisis personal. Sus dudas son tus dudas, sus banalidades son tus banalidades y su dolor es tu dolor.

¿Que se dan cuenta ahora? Es, en apariencia, un ejercicio muuuy sencillo como habrán visto, pero mucho mucho más complicado de lo que uno cree, pues al ser usted mismo voz y parte de la situación, se ve incapacitado para abordarlo con serenidad y distancia y, por consecuencia, encontrar una solución para superarla.

Distanciarse de los problemas y conseguir esa serenidad es un algo que requiere un profundo trabajo de introspección y grandes dosis de meditación, propósito al que los monjes budistas del Tíbet llevan siglos dedicándose. Mis compañeros de aficiones me preguntan por qué no les dedico más tiempo a ellos y a estas. Les respondo que el mundo es demasiado extenso y necesito dedicarle tiempo a otras cosas, entre ellas a meditar.

En Quesada (Jaén), patria del pintor expresionista/cubista Rafael Zabaleta, allí he encontrado mi particular Tíbet, durante una semana, en mitad de del campo, en una sencilla hacienda, rodeado de olivos, alejado de cualquier núcleo urbano y a las espaldas del tumulto con el que la sociedad actual nos avasalla. Allí, acompañado de un variopinto grupo de personas, nos hemos dedicado durante una semana a la ardua tarea de auto-explorarnos y entender como la vida es esa rueda que gira y gira impulsada por nuestras ansiedades y deseos.

Repaso las notas que tomé durante los ejercicios de meditación, cargadas de bellas y profundas anotaciones. Algún accidente, Yoga, el lenguaje de lo obvio, el sabor de la tranquilidad interior al escuchar el estallido del arco cargado con la imaginaria flecha que arrastra lejos de nosotros nuestras frustraciones. Música de relax, el sonido del crujido de la madera del templo, el silencio. Mirar e intentar adivinar que piensa y siente el otro, y que intenta conseguir de sí mismo. Conversaciones, filosofía, "Primavera, verano, otoño", masajes, risas...

A modo de examen final, el guía nos pidió como último esfuerzo que expresásemos en la forma que quisiésemos lo que sentíamos en ese momento y qué creíamos haber aprendido. Cada uno lo expresó a su manera, uno con dibujos, otros con una ordenada enumeración de enseñanzas, otros con un decálogo de pensamientos, algunos con un mosaico de colores y teselas, alguna pequeña escultura, en fin cada uno de la forma que mejor creía poder expresarlo, y yo que carezco de esas habilidades pero sé escribir lo expresé con un corto relato que quiero compartir con ustedes. Un relato, que al contrario que en otros que he publicado, brotó con inusitada fluidez, quizá fruto del estado que había llegado a alcanzar.

     

Un día caminaba despacio mirando y observando, llevaba en la mano derecha una flor y en la izquierda sujetaba un bastón de madera. Un perro ladraba y correteaba junto a mí. Mientras iba meditando, escuchaba los sonidos de la naturaleza y el latir de mi corazón, y me preguntaba ¿Es esto todo?

Al fondo en una casa vieja de paredes blancas una ventana se abre, y en su girar refleja los rayos del sol cegándome. Tropiezo con el perro y sujetándome con el bastón recupero el equilibrio. Me paro unos instantes a recomponerme. Por unos segundos respiro profundamente y, sigo el camino. Pasados unos cientos de metros y algo hambriento me miro la mano derecha buscando la flor, ¿Dónde está?

La perdí al tropezar.

¿Qué hago?. Me gustaba. ¿Vuelvo por ella? No, camino algunos pasos más, buscando casi con ansiedad, hasta que encuentro una pequeña flor silvestre escondida bajo un árbol. Me paro, le pido amablemente permiso al árbol para robarle un trozo de la belleza que cobija, arranco la flor, la huelo un instante y sigo el camino!!!

      

Demasiadas alegorías en un texto tan breve (nuevo ejercicio para ustedes, descúbranlas!!!). Días después alguien me preguntó:

      -    ¿Y cómo te encuentras después de esa semana de meditación Zen?

Y yo le respondí:

      -    Algo más viejo, pero algo más sabio.

¿Porqué les cuento todo esto? Quizá por que pienso que para todo hay un momento y sin duda... este era el momento.

Un saludo, Damas y Caballeros!!!

P.d.: Como siempre, votos y comentarios, pulsando en los enlaces que aparecen un poco más abajo.

Undecided