El blog de Gunner!!!

Confesiones/crónicas de un internauta asombrado.

3. octubre 2018 03:00
by Gunner
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Egipto mágico!!!

3. octubre 2018 03:00 by Gunner | 0 Comentarios

"¿Hubieses vuelto, esta vez conmigo?" - Al escucharme noté un claro cambio en su expresión. Dejó de mirarme directamente y apartó su mirada girando ligeramente su cara a la izquierda. Con claridad percibí como evitaba el contacto directo de nuestros ojos - sus bonitos ojos marrones -, agrió la expresión, y… pensativa, - entiendo que sopesando las consecuencias de su respuesta -, respondió con perfecta ambigüedad: “¡No lo se, Angel. No lo se!”. Un capotazo en toda regla. Creo que quiso decirme, sin decirlo, que quizá, en ese momento, la pregunta carecía de sentido.
En cambio a otra dama, exótica y risueña como ella misma, amiga mía y como consecuencia, también suya, le faltó tiempo para decirme “Si lo hubiese sabido, me habría apuntado contigo sin pensarlo”.
La cara y la cruz de mi relación con el sexo débil. (¿Débil?… ¿Alguien de verdad se lo cree?)

Pues sí, mis queridos lectores, algunos ya de tiempos inmemoriales, Egipto ha sido el destino elegido para mi último periplo.

Pasen y lean mi particular visión del viaje.

Aún me rio, recordando la afirmación de uno de mis amigos, cuando, mientras cenaba con él y su esposa, al contarle mis intenciones de viajar allí, dijo: “¿Allí?… Bah. Si, yo también estuve, y la verdad, no me gustó tanto… los egipcios no fueron nadie...”. Imagínense la risotada, contenida, que solté. Creo que desde ese momento dejé creer confiar casi ciegamente, como lo hacía hasta la fecha, en lo acertado de sus criterios… ¿Puede una persona, que se vanagloria de “culta”, decir semejante sandez?
Llorar no siempre es motivado por o a causa de una pena, lo que si es cierto, es que se trata de la expresión última, y esencia líquida de los sentimientos más puros que el alma del hombre pueda expresar. Y créanme, he llorado, no a lágrima viva, pero he llorado. Contenidamente, para no dar la nota, incluso para mis adentros, pero la emoción, las vivencias, el dejarme asombrar por el espectáculo, y la sensación del “sueño cumplido” han estado allí y me han acompañado; desde el minuto uno, cuando, tras dejar el hotel de llegada en Luxor, arribamos al primer monumento egipcio que visitamos.

Me he bañado en las claras, cálidas y purificadoras aguas del Nilo. En el Nilo – un Nilo de película, el río de la vida -, el sol no se pone, se desploma – qué pena… la última parte de esta frase, verdad rotunda, no es mía. Se la he pedido prestada a nuestro guía -. He temido las peligrosas mandíbulas de los cocodrilos, llegando a rozar uno con mis manos. He visitado un poblado Nubio real – particular casta endogámica del país, altiva, de piel aterciopelada, tez oscura y rasgos marcadamente angulosos. Nada de pastilla azul, directamente la roja. La que te lleva al mundo que se oculta detrás de Matrix, y te enseña como es la vida tras las cortinas del turismeo -. He montado en camello, cabalgando al borde de las crestas de las dunas, a merced de su oscilante y lento caminar, y de los peligrosos arbustos, con espinas largas y afiladas como cuchillos, que las rodeaban. He bailado ataviado como un jeque, al ritmo de música árabe, en una fiesta donde la luz tenue nos hacía confundir razas, orígenes y clase social.
He paseado de noche por las caóticas calles egipcias de El Cairo, donde hemos visitado sus zocos, hervidero sonoro y visual de ajetreada vida nocturna, de sabores a caña de azúcar, y de olores a especias, esencias, y otros no tan agradables. Por supuesto he sudado, como nunca - el tórrido calor del sur de Andalucía apenas sirve de entrenamiento -, como si ríos de caudaloso sudor brotasen de los poros de mi piel.

Pero sin desmerecer nada de lo que acabo de relatar en el párrafo anterior: ¿Saben que se siente al notar el tacto de la piedra milenaria, finamente tallada, del templo de la reina Hatshepsut, al comprobar la magnitud de las columnas del templo de Karnak, ó al admirar el amanecer viendo cómo el sol aparece al fondo de la estrecha entrada del templo de Abú Simbel, donde, al pie de sus inmensas estatuas, levantas la vista hacia arriba y te impresionas por su mirada amenazante?
¡Penetrar en los estrechos, angostos y claustrofóbicos pasajes de acceso a la Cámara Real de la pirámide de Keops! Si no sienten su corazón encogerse ante tal espectáculo, es que sin duda no tienen corazón.
Ver paredes cubiertas de jeroglíficos, exquisitamente esculpidos, sugiriendo - casi gritándote con voz de piedra caliza - escenas cargadas de narraciones, de rituales, de contenido y mensajes para la “Historia”; Cartuchos y más cartuchos con nombres, con relatos indescifrables, y pictogramas tan crípticos como hermosos… no tiene precio.
Escenas de batallas, escenas de la vida cotidiana, enseñanzas para las generaciones futuras, leyendas de la creación del mundo, de los mitos, de sus dioses... de la forja de su poder.
Ver su lado oscuro también. La violencia de sus batallas, el despiadado trato a sus enemigos. La dura, piedra martilleada, arañada y violentada, agrietada, para arrancar de su paredes aquellos nombres y rostros que sus faraones querían hacer desaparecer de la historia, de su historia – ¡Qué profundo rencor el de sus soberanos!... En eso apenas hemos avanzado. Seguimos haciéndolo en la actualidad, sin darnos cuenta que olvidar la historia, es estar condenados a repetirla -.

Creo… - juro -, no haber repetido... nunca..., tantas veces..., y con tanta sinceridad, la palabra “Impresionante”.

Ahora, aquí, en esta mesa del aeropuerto, a punto de tomar el avión que me llevará de vuelta a la rutina, recuerdo dos cosas: Al mirar una de las paredes del templo de Horus, cubiertas de jeroglíficos, pensé, con el corazón desbordado - “¡Podría pasarme una vida entera admirando su belleza, estudiando su significado, pensando en el mimo con que el artesano que los cinceló! -. En segundo lugar, y mientras paseaba en calesa uno de los últimos días, sorteando el caos de tráfico y personas por las calles de Asuán, oliendo su espesa mezcla de polvo, humanidad y desorden, mi compañero me dijo: “Yo sería incapaz de acostumbrarme a vivir aquí. ¿Y vos?”. Le respondí casi inmediatamente: “Yo... me quedaría a vivir aquí. Tardaría algunos meses en acostumbrarme, pero el hombre se adapta, aprende, y lo que este país ofrece…”. Dejé adrede la frase sin acabar, con la esperanza de que él - y ahora ustedes - intuyesen su segunda parte.

… ¡Lo que da de si una aventura en el aeropuerto!… Un gentil gesto mío, frente a la plaga del overbooking. El aplauso de los viajeros agradecidos, al que sacrifica parte de su tiempo para que los demás puedan seguir su camino… Tiempo para pensar y escribir…

¿Qué? Viajar - y en especial conmigo - le da a los sueños, a las emociones, y a todo una dimensión única. Lo pudieron comprobar mis camaradas de viaje. Compañeros de aquí y de allá, queridos ya por mí y que me han querido, con los que compartí, risas, calor, confidencias, y belleza… tanta belleza como la que el embrujo de oriente nos ha hecho disfrutar.

Un saludo Damas y Caballeros!!!

P.d.: Eterno agradecimiento a ell@s, mis compañer@s de viaje; compartimos felizmente esta nueva aventura/viaje, y a Mohamed, Mena, Goma y Aiman, nuestros guías. Llorar de felicidad, no es baladí. Llena el corazón, y la vida... de vida. Fotografía cortesía de Jandro. Y como siempre, votos (abajo, pulsando sobre las estrellitas) y comentarios pulsando en el enlace a la izquierda del título, gracias.

Cool

30. octubre 2016 14:19
by Gunner
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Relato: El arbol que quiso ser Humano.

30. octubre 2016 14:19 by Gunner | 0 Comentarios

¿Puede un relato de título tan bucólico estar lleno de dolor, esperanza, complejos sentimienos, e ilusiones perdidas?... "¿Quién sabe?" ¿Acaba bien... ó acaba mal?... "Tendrás que esperar a leerlo", fue la respuesta que di a la joven dama a la que le esbocé el comienzo susurrándoselo suavemente al oído mientras acariciaba lentamente el borde de una taza humeante de café al preguntarme por ello. Creo, que si leen de nuevo el título algo puede intuirse, aunque por otra parte tooodas las fábulas contienen algún tipo de reflexión y enseñanza para quien lo lee. ¿No?. Si les ha intrigado mi propuesta al menos una pizca, les invito, mis selectos amigos, a que pasen y lean este cuento con el que rompo mi letargo bloguero más de un año.

   

En un remoto país atravesado por un río con forma de Anaconda, había, hace mucho tiempo, un gracioso árbol, de largo cuello, cabeza rechoncha y pies profundamente hundidos en la tierra. No era un árbol como los demás árboles, era un árbol perdido y solitario en medio de un enorme bosque de árboles. Los demás arboles eran altos y esbeltos, de finas y estilizadas hojas mecidas por el viento, de portes elegantes, distinguidos, distantes y casi con cierto aire de superioridad; en cambio él, bajito, no mucho pero bajito en comparación, era de copa redondeada, pero ramas fuertes y cargadas de hojas grandes como palmas de la mano. Se encontraba allí, raro, pero allí, y se preguntaba cómo había acabado en ese lugar al que claramente no pertenecía.

Pero precisamente en ese lugar atípico, casi en la frontera donde el bosque se convertía en pradera, allí donde se encontraba, tenía algo de lo que los demás carecían: Una graaan y tupida sombra, que protegía a los nativos del calor en verano y de las torrenciales lluvias del otoño. En los períodos de incubación en sus ramas anidaban exóticas aves, en primavera los amantes solían sentarse bajo el a hacerse eternas promesas de amor, en verano las familias colgaban hamacas bajo sus brazos ("Tanto peso bajo mis brazos...ufff", - Si, él mismo reconocía que se asustaba mucho cuando lo hacían), y en otoño, aquellos amantes arañaban la dura y áspera piel de su tronco garabateando palabras de amor y promesas de fidelidad ("¿cuánta dulzura?" - Pensaba él). En invierno... pasaba frio - como todos -, muuucho frio (a ver, ¿quién dice que un árbol no pueda pasar frio y lo tenga que soportar estoicamente por el hecho de ser un simple árbol?). En fin, los veía gozar, los veía reír, los veía disfrutar, sentía como cosquillas los trazos en forma de corazón con que arañaban su tronco, e incluso a algunos, los veía llorar; lágrimas algunas de alegría y otras de inmensa pena. Lo rodeaba un mundo de emociones  que los humanos sin quererlo o sin saberlo involuntariamente compartían con él; y por ellas los envidiaba, secretamente ansiaba saber que pensamientos albergaban sus mentes, qué pasaba por sus corazones y qué sentían sus almas.

Y un día al anochecer, en una noche de eclipse, de esos raros eclipses que ocurren muy de cuando en cuando, en el que la luna se tiñe de rojo pasión, levantando como pudo el haz de sus hojas y agachando ligeramente su copa a modo de súplica le habló a la luna menguante:

 - "Oh luna que me acompañas todas las noches, que haces brillar mis hojas con tu luz de plata, y que vigilas el sueño de todos los animales de la selva, por favor concédeme un deseo: quiero ser humano... aunque solo sea por un instante".

Y como sabe que todos los deseos tienen un precio añadió:

 - "Si me lo concedes, te prometo que creceré, creceré y creceré, esparciré mis semillas y haré que mis hojas y las de mi prole conviertan poco a poco el bosque en un enorme cristal y reflejen aún más la belleza de tu luz, seremos el espejo en que te mirarás desde allí lejos donde orbitas, y que una vez caídas con sus restos se fertilice el suelo, para que el bosque crezca sano y frondoso en tu honor".

Y se esforzó esperando ver su promesa realizada. Cumplió su parte, floreció, creció y floreció y creció, y brilló de noche... muchos, muchos años... muuuchos años...

Pero poco a poco con el tiempo y comprobando en sus maderas que su petición no se cumplía esa ilusión se disipó y... acabo por desaparecer. Como consecuencia, dejó de sonreír a la luna, sus hojas se marchitaron, y poco a poco fue sumiéndose en una profunda depresión que debilitó su largo cuello y secó sus ramas, por lo que al ver su decrepitud los nativos dejaron de acudir a su alrededor y cobijarse bajo sus ramas... (ufff, que mal lo estaba pasando)

Pero no acabaron ahí sus desgracias, pues para complicarlo aún más una empresa maderera comenzó a talar el bosque. Vio como gran parte de su abundante prole, desapareció víctima de las afiladas cuchillas de las motosierras, y para más desesperación y dado su lamentable estado el mismo sufrio ver como que era seleccionado para la tala, sentir como era arrancado del suelo y como sus raíces quedaban abandonadas, yermas de la tierra que hasta ese momento había sido su hogar...

Mientras estaba siendo transportado en la parte de atrás del camión hacia la serrería junto a otros troncos cortados con los que compartía destino, se consoló pensando:

- "Al menos usarán mi madera para crear bonitos y prácticos muebles con los que decorar la casa de alguna familia humana." - Y allí fue depositado junto a otros viejos troncos a la espera, como mal menor, de ser troceado y quizá acabar en el salón de alguna casa en la que compartir el resto su existencia con los seres humanos.

Pero pasaba el tiempo y veía entrar jóvenes y fuertes troncos en el aserradero. Uno tras otro los veía salir convertidos en listones, en tableros, en largueros, en tablillas, en paneles de chapa, pero él se iba pudriendo poco a poco víctima de las polillas, las ratas y la intemperie. Su desesperación y su impaciencia se acrecentaban por días y días hasta que finalmente se dio cuenta que su madera estaba tan roída y carcomida que sería inútil usarla para algo productivo.

Tan solo rezaba (si es que un árbol le está permitido rezar) por no acabar sus días en una inmensa candela de viejos troncos...

¿Qué curioso me muevo?- Se despertó un día por la mañana alzado por una inmensa y oxidada grúa que lo levantó sin miramientos y lo dejo caer sin contemplaciones en la cinta transportadora que lo conducía a la negra, profunda y descorazonadora boca de una trituradora de madera, dónde sabía a ciencia cierta que sería triturado y machacado inmisericordemente hasta alcanzar un tamaño en el que su esencia de árbol desaparecería.

Gritaba desesperado con lágrimas de serrín, sus esperanzas, sus ruegos a la diosa Luna, su sueño de humanidad... todo... todo perdido... todo sin sentido... Cerró los ojos y se dejó triturar mientras sentía como el metal devoraba su carne de madera y su cuerpo era hecho añicos.

Terrible... cuanto sufrimiento, cuanto dolor, cuantas esperanzas frustradas, cuanta ilusión desesperada... sin duda sentía que no lo merecía, que un árbol de provecho y corazón como el suyo...

- Luna, ¿dónde estás ahora?, ¿y mis promesas cumplidas?, ¿dónde está tu magia?, ¿dónde está ese poder por el que todos te admiran?... Piedad, piedad, piedad... -  Gritó y gritó mientras los rodillos lo amasaban, mientras sus restos eran sumergidos en un líquido corrosivo que acabo disolviéndolo, mientras lo convertían en pasta de papel... su vieja madera no servía para otra cosa.

Acabó sus días en el supermercado convertido en un paquete de pañuelos de papel en las estanterías una pequeña tienda de desavío cerca de la entrada de metro de Golders Green, en la periferia de Londres. Allí, una delgada joven universitaria, de salud delicada, algo resfriada, pelirroja, de tez blanquecina y pecosa carita lo compró junto con una unas tabletas de chocolate al regaliz y una botellita de agua. Tomó el metro hasta Hyde Park y se reunió con ese chico con el que soñaba por las noches mirando a través de los cristales de su habitación a la romántica Luna que alimentaba su joven espíritu de mujer.

Y alli sentada en una tumbona al sol de un curiosamente soleado atardecer londinense, la chica recibió su primer beso, un beso puro, de amor auténtico, el culmen de todos sus ruegos.. - quéee primer beso - . Abrió su corazón en canal con tanta fuerza que de sus ojos brotó un bellísimo reguero de lágrimas de emoción; esas lágrimas que contienen el extracto puro de las más intensas y hermosas emociones que ningún corazón humano pueda albergar; esencia de vida, esencia de emociones, sentimiento en forma líquido lloro.

Sacó un pañuelo de su bolso, y se secó las mejillas y los ojos... Y de repente amigos... ¿qué pasó? ¿Cómo ha sido posible?... Las lágrimas de la Dama rozaron sin querer los últimos restos de la esencia del árbol... y por un instante, nuestro querido árbol... pudo sentir... Pudo sentiiiiiiiiir. Y comprendió.

La Luna mostró una tímida sonrisa y, fijáos bién al mirararla, desde entonces la lángida expresión de la luna llena parace algo menos triste. Y los hijos del ya nuestro árbol crecieron esplendorosos hasta cubrir el país, donde todas las noches siguen alzando sus hojas como un inmenso espejo.

Fin.

 
   

Ni yo mismo se como calificarlo, ¿es esperanzador o dramático?, ¿qué opinan ustedes? Lo dejo a vuestra sabia elección. En cualquier caso está dedicado a esos lugares y personas que llenan mi vida con momentos que recordar, siempre son especiales y ell@s lo saben.

Un saludo, Damas y Caballeros!!!

P.d.: Y como siempre, votos y comentarios pulsando en los enlaces anexos, gracias.

Smile