El blog de Gunner!!!

Confesiones/crónicas de un internauta asombrado.

12. julio 2020 19:32
by Gunner
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Enredando en la sociedad!!!

12. julio 2020 19:32 by Gunner | 0 Comentarios

Hola de nuevo, mis acólitos. Esta vez la introducción va a ser breve, pues el texto en si es extenso y ya saben que no es buena praxis aburrir a tus seguidores con excesiva palabrería.

No todos los días tiene uno la fortuna de que uno de tus artículos sea publicado, máxime si se trata de un medio público como es EnRed@2.0”, la revista digital de l@s emplead@s de la Junta de Andalucía, que, por su carácter público, filtra bajo estrictos criterios de calidad y contenido todas sus entradas.

Simplemente añadir que cuando me llamaron para comentarme su máxima vigencia y constatar su autenticidad les respondí: “Claro que lo he escrito yo. Lo escribí en un par de tardes en cuanto ustedes pidieron mi colaboración”.

Sin más, pasen y lean el artículo.

   

Viajo en el metro casi todos los días de camino al trabajo, observo las caras de las personas, muchas de ellas somnolientas, legañosas, algunos y algunas se frotan la cara intentando despertarse a si mismos.A poco que recobran la consciencia, veo que echan mano al bolsillo de la chaqueta o hurgan con desesperación en el bolso buscando algo. Se palpan en los bolsillos, remueven el fondo del atiborrado bolso o macuto con cara de angustia buscando algo, hasta que por fin respiran con cara de satisfacción y relajadamente sacan su teléfono móvil…

Ufff, cómo les cambia la cara cuando por fin encuentran la “maquinita”, y se ponen a consultar las diversas aplicaciones que tiene instaladas, Facebook, Twitter, Instagram, WhatsApp, etc.Parece que no podemos vivir sin ellas.

¿Y eso? ¿Qué nos ha pasado para convertirnos en dependientes de ellas? 

Antes de las redes sociales. 

Sí señores, las redes sociales se han convertido en imprescindibles para cualquier persona “moderna”. Incluso nuestros mayores se sienten rejuvenecer cuando ven que pueden desenvolverse con cierta soltura en ellas. 

Antes de existir las redes sociales como tal, usábamos la prensa, la radio, la televisión, e incluso el teléfono, como vehículos para mantenernos al día de la actualidad que nos rodeaba y ponernos en contacto con nuestros círculos de interés.

En la prensa obteníamos información enlatada elaborada por sesudos (algunos no tanto) profesionales que se encargaban de documentar la realidad, para nuestra información. El nivel de nuestra interacción con dicho medio, era prácticamente inexistente.

Con la radio, el nivel de interacción era parecido al de la prensa, aunque en este caso nos permitía escuchar al locutor. De todos es sabido que las inflexiones en el tono y en la voz de una persona, nos permite apreciar matices emocionales en el discurso que nos trasladan, pudiendo en muchos casos distinguir más allá de la verdad de lo aparente. La interacción consistía pues básicamente en llamadas del oyente en algunos programas.

La televisión supuso una evolución más dentro del ámbito de la comunicación pues aporta la imagen, que nutría y nutre las palabras con contenido visual. ¿Interacción con el espectador?… bueno… discutible. ¿Su gran lacra? La necesidad un gran aparato, difícilmente transportable. Si a eso añadimos la “targetización” de sus contenidos, que nos obliga a dejarnos guiar (cuando no influenciar)… Tampoco fue la solución.

Explosión de las redes.

De pronto, cierta maquinita, va reduciendo su tamaño, aumentando su potencia, e incrementando su funcionalidad: El ordenador personal. Pero oh, Damas y Caballeros, aparece internet, aparece la telefonía móvil. Y como producto de la unión de estos tres elementos, sumados a las ansias de comunicación que tanto los humanos como las empresas tienen, aparecen las redes sociales.

Primero las BBS (Bulletin Board System). Fueron muy populares en los años 80 y 90. Durante estos años, las BBS se convirtieron en el punto de encuentro de muchas personas, a pesar de lo rudimentario de su tecnología, permitieron compartir experiencias y opiniones respecto a un gran número de temas.Después aparecieron los sistema de CHAT. Todo el mundo entraba en los chats, cientos de canales de temática diversa fueron puestos en línea. Los usuarios descubrieron la palabra mágica “interacción”.Opiniones, e incluso discursos eran vertidos en tiempo real y replicados/respondidos convenientemente por los diversos participantes. Hay que añadir que el anonimato estaba prácticamente garantizado, lo cual produjo algunos efectos adversos, tanto para bien como para mal. Las personas podía libremente opinar pero también amenazar… Supuso la aparición de la figura del Moderador, figura cuestionable en algunos casos y necesaria en otros, para controlar la “etiqueta” en las conversaciones.

Y con la mejora de la tecnología, tanto en la parte servidora como el los terminales cliente, llegaron las redes sociales.

Interacción plena, capacidad de seleccionar los contenidos en función de tus más absolutos intereses, difusión y selección de contenidos multimedia, ricos en presentación y elaboración. Cientos, miles, por no decir millones de usuarios compartiendo y consumiendo intereses comunes, de manera inmediata, en tiempo real, y de forma que el usuario, deja de ser un mero consumidor a convertirse en un “Prosumidor”(consume y aporta). La panacea, el ciberespacio, la virtualidad: “Deus ex machina”, todo resuelto en un santiamén gracias a la “maquinita”. Somos dios, nos convertimos en dioses, el poder, en nuestras manos.

La información, en nuestras manos.Una reflexión: ¿A que precio?… ¿Precio?… Gratis, Damas y Caballeros, tooodo gratis.

¿Cóoomo?… No nos dejemos engañar. El precio somos nosotros, el precio es nuestra intimidad.

La Intimidad.

Tranquilos, mis lectores, no es una catástrofe, no es el apocalipsis, no hemos vendido nuestra alma al diablo como Fausto. 

Dice la Wikipedia que Fausto es el protagonista de una leyenda clásica alemana, un erudito de gran éxito, pero también insatisfecho con su vida, por lo que hace un trato con el diablo, intercambiando su alma por el conocimiento ilimitado y los placeres mundanos. 

Si señores, hemos cambiado el conocimiento ilimitado, los placeres mundanos que obtenemos gracias/vía la tecnología, la comunicación multidireccional, y “la influencia”, por una pequeña dosis de nuestra intimidad (a veces no tan pequeña).

Todos los servicios que se ofrecen el la red, han ido pasando poco a poco a un modelo en el que, para ofrecernos contenidos a nuestra medida, tienen que conocernos. Si, Damas y Caballeros, tienen que conocernos, lo justo, pero tienen que conocernos. Para ello aceptamos las famosas “Eula” (End-User License Agreement), en la que se definen los parámetros a través de los que se establece nuestra relación. No se las lee nadie, pero recomiendo encarecidamente hacerlo. Depende de nosotros decidir hasta que punto queremos que sepan quienes somos, cómo pensamos y qué nos atrae.

¿El premio?… por que hay un premio…: El mundo a nuestros pies. Nuestras ansias y nuestros deseos satisfechos, a costa de un poco de nuestra intimidad.

Un consejo, no la perdamos al cien por cien, dejemos algo para nosotros. Y confiemos en los moderadores, ahora llamados reguladores. Es su labor y están para protegernos.

El factor económico.

Los intereses de las grandes corporaciones, especialmente las .com, ya no se miden tanto en el tamaño de sus empresas, como en el número de usuarios que hacen uso de sus servicios. Incluso a nivel del individuo, es un éxito para un usuario de redes sociales tener un gran número de seguidores, todos tenemos en mente a los famosos “influencers”. Pero es evidente que la economía lo mueve todo en el mundo actual.

Las redes sociales no son la excepción. La aparente gratuidad de los servicios ofrecen una herramienta a las empresas, el ofrecernos contenidos a nuestra medida que nos enganchen a su objetivo comercial. Podríamos decir que se trata de una simbiosis entre nosotros y ellos.

Las redes sociales inducen, en muchos casos, una idealización del objeto de sus “targets”, por ejemplo: Las mejores fotografiás de paisajes que queremos visitar, los mejores artículos de consumo de nuestras aficiones o gustos, las mejores críticas de los espectáculos por los que solemos interesarnos, los chicos/chicas más bonitas, etc. Y, como el alma humana es fácilmente impresionable e influenciable, es comprensible desear obtener, o al menos intentar alcanzar, ese ideal que nos muestran. ¿En qué se traduce esto? En la tentación de intentar alcanzar nuestros sueños. ¿Cómo? Gastando, tarde o temprano, nuestro dinero (no olvidemos que el tiempo también es dinero) en alguno de esos fantásticos objetos que tan fácilmente ponen a nuestro alcance.

La gran mayoría de las veces acabamos consiguiéndolo, enriqueciendo nuestro patrimonio emocional personal… ¿Y los propietarios de las “redes”? también… Sino que se lo pregunten a Bezos, Zuckerberg o Rad.

Beneficios para La Administración.

Si bien las redes sociales están diseñadas para hacer alcanzar la felicidad a sus suscriptores. ¿No podríamos decir que “La Administración” pretende lo mismo?

- No sean cobardes, ni tímidos, ¡respondan! 

Es evidente que el uno de los objetivos es contribuir a mejorar el estado del bienestar del ciudadano, ya sea facilitándole la gestión de su relación con la administración, ya sea subvencionando e incentivando las actividades que desarrolla en su entorno social (su vecindario, su barrio, su comunidad, sus representantes… su gobierno… su futuro), mejorando la calidad de los servicios que recibe de esta (sanidad, cultura, economía, trabajo, etc).

El despotismo ilustrado acuñó una frase muy conocida “Todo para el pueblo, pero sin el pueblo”. La consecuencia, en nuestro caso, es que nuestros políticos desarrollan en muchas ocasiones iniciativas con destino al “pueblo”, pero que “el pueblo” no necesita o no entiende. Las redes sociales, son algo vivo, algo en constante evolución, dinámicas y muy al tanto de las necesidades del usuario final. La participación del ciudadano en ellas permite o permitiría, tener un feedback constante de la opinión pública y tomar la temperatura, en tiempo real, de las iniciativas que el gobierno plantea o proyecta llevar a cabo.

El pueblo, quiere que se cuente con él a la hora de decidir y de elaborar planes estratégicos y económicos en los que se vaya a ver afectado. Nadie mejor que él sabe cuales son sus intereses, y ¿que mejor mecanismo de participación en estas cuestiones, que aquellos que las redes sociales ponen al alcance gracias a la omnipresencia de nuestras “maquinitas”.

Detrás de la tecnología.

Sí, cierto… todo muy bonito, todo muy accesible, y siempre está ahí.

Pero detrás de todo ellos están las personas que se encargan de poner a sus disposición los sistemas que alojan los contenidos que nos ofertan, “los técnicos”. Personas muy formadas, muy preparadas y ansiosas de dar los mejor de si mismos para mantener y mejorar los engranajes sobre los que se sustentan las redes sociales.

Pero… incluso más importantes aún que los técnicos, son las personas que se encargar de procesar la información que nos llega, se recibe, ó con las que se alimentan las plataformas de comunicación.

Son, los encargados de interpretar la información que recogen; los dinamizadores del contenido, los “Community Manager”. Sin ellos, “el dato” puro no tiene sentido. Ellos interpretan los resultados pero también dan sentido a los contenidos que se ofrecen. Estudian los resultados de las encuestas, responden y/o analizan las opiniones de los foros, tratan de implicar a la sociedad para que actúen de manera en la participativa en beneficio mutuo, llegando a crear y conducir opinión. Procesan la información (lo suelen denominar “minería de datos”) y obtienen conclusiones, que trasladan a la entidades implicadas, que finalmente son las que deciden sobre “los destinos del hombre” (¿menuda frasecita, eh?). Analizar su papel requeriría un capítulo aparte.

Conclusiones.

Piensen, Damas y Caballeros… Piensen, ¡que para algo tienen esa cosa que reposa sobre sus hombros! Saquen sus propias conclusiones, pero tengan en cuenta que la tecnología y las redes sociales, han llegado, están para quedarse, y… debemos aprovecharlas. Son ya, parte de nuestra cultura digital, así que “no sean analfabetos y aprendan a usarlas!!!”; que el futuro es hoy y depende enteramente de nosotros.

   

Querría agradecer el apoyo y las felicitaciones recibidas por parte de todos los que leyeron en el articulo tras su publicación, vuestra visita a ustedes ahora que me están leyendo, y a la Junta de Andalucía por darme la oportunidad de publicar parte de mi trabajo como investigador crítico y, hasta cierto punto, sociológico.

Por cierto, aquí tienen el enlace a la publicación oficial.

Un saludo, Damas y Caballeros.

P.d.: Bueno… tendré que ir pensando en redactar una segunda parte o quizá otro artículo de opinión/investigación sobre alguno de los temas que me/nos interesan.

Cool

4. junio 2018 22:30
by Gunner
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Relato: El reloj de cuco.

4. junio 2018 22:30 by Gunner | 0 Comentarios

Acababa de tener una disputa doméstica. ¿Sabrán lo tensas que pueden llegar a ser, verdad?, mis muy considerados lectores. Cada uno tiene su válvula de escape para capear ese tipo de temporales. Yo... decidí apartarme dándome una baño relajante. Me puse la radio, llené la bañera con agua caliente y espumoso gel de aloe, y me abandoné a la espera de ir moderando paulatinamente mi nivel de estrés. Siempre intento pensar en algo bonito para combatir los momentos de frustración, y allí, sumergido en el vientre cálido de la bañera, recordé que un mes antes había realizado un maravilloso viaje a Marruecos llevado de la mano de un auténtico Caballero. Funcionó, claro que funcionó, poco a poco reconsideré la causa de la desavenencia rebajando su importancia y pensé: "joder, que complicado es esto, casi tanto como los engranajes de un reloj de..."

El resto... pasen y lean:

   

Era noche cerrada, ventosa, fría y húmeda.

El mar picado golpeaba con fuerza el muro de defensa del puerto de Asilah. La sal del mar flotaba en el aire y se pegaba a los restos de alumbre, con que un barbero local había cicatrizado las pequeñas heridas que me produjo mientras, con pulso irregular, cercenaba mi largamente cultivada barba, cristalizando bajo los poros de mi piel e irritándome los pequeños cortes realizados durante el afeitado.

En mis oídos aún resonaban los ecos de los cantos poéticos Malhoun que acababa de escuchar sentando discretamente en el patio del Café Zarirq, donde tuve la sensación de estar asistiendo a una ceremonia secreta donde antiguos señores árabes ensalzaban el valor de sus guerreros, la belleza de sus mujeres o la fé en sus creencias.

Veinte hombre modestos pero orgullosos, vestidos con coloridas chilabas, alrededor de una vieja mesilla baja alargada, pintada de color añil.

- Lalararara, lala, rara… pabum, pabum, traaam… ñeee, ñeeeisss, ñaaaa… pabumm, pam, paaam… sirrriiisss, sirriiiss, siiiaaaahh -

Uds, Neys, y Darbukas, envenenado mis oídos con sonidos llenos de magia y encantamientos. Si hubiese sido serpiente, con toda seguridad no hubiese podido evitar que mi cuerpo oscilase siseando acompasadamente al ritmo de esa embriagadora música que aquella noche ventosa aún arrastraba a mis oídos.

Esa misma mañana, merced a un simple afeitado, había pasado de ser un cansado nómada bereber de prominente barba, a un simple occidental merodeando solitario por las calles de Asilah.
Tras salir de la barbería, curioso, me adentré por una cercana calle, caminando a través puerta de ladrillo blanco coronada por un arco de piedra con aspecto de estar a punto de ceder. Lo hice atraído por el sonido del golpeteo de lo que parecía el un martillo de un herrero.

Soy relojero y arreglo cosas, y al llegar a la fuente del sonido - es curioso este relato va de relojes… y parece que está yendo de sonidos… ¿a donde me llevará este texto? - en lugar de un herrero golpeando un yunque - como supuse - para enderezar el forjado de una de esas rejas carceleras árabes tan típicas en la ciudad, encontré a un viejo de piel oscura y agrietada golpeando lo que parecía una rueda dentada doblada y deformada en uno de sus ejes. Junto a él, un reloj a medio reparar, un reloj de cuco suizo... un gastado y añejo reloj de cuco, arañado, sucio, una máquina sin vida, con un cuco sin vida y sin sonido. - ¿de nuevo, el sonido? -.

Miré al anciano, el anciano me miró, miré sus manos, el observó como me fijaba en el objeto que sujetaba, y sin mediar palabra me señaló, asiendo la deforme rueda dentada, al sombrío reloj.

No entendí lo que dijo, pero lo entendí perfectamente… “No funciona… la culpa es de este engranaje… Uno de sus brazos se ha roto y trato de enderezarlo”.

Es curiosa a veces la comunicación entre desconocidos. No deja de sorprenderme, como a veces una simple mirada y apenas un gesto, e incluso unas palabras indescifrables en otro idioma, en el contexto adecuado!!!… asombroso… los dos nos entendimos perfectamente.

No se nada de árabe, pero haciendo acopio el escaso francés que conocía le pregunté:

“Combien pour l'horloge cassée?”

Y el respondió:

“¡dix mille dirhams!”

Pensé que hacer; reflexioné, y en ello, intenté rascarme la barbilla buscando escuchar el típico “ras, ras, ras” que se producía al frotarme la barba con las yemas de los dedos, sin acordarme que ya había desaparecido. Estaba tan concentrado en lo que significaba para mi ese reloj, que olvidé completamente el resto de mi cuerpo.
Regateamos, como es obligado allí, y, acabe consiguiendo ese ajado reloj por apenas mil dirhams.

Siempre, desde pequeño tuve pasión por los relojes, ese rítmico, tic, tac, tic, tac – sonidos- . Esos intrincados mecanismos. El brillo de sus engranajes, la complejidad de su ingeniería, el apenas apreciable giro de sus mecanismos, la leve presión de sus muellecillos, la aparente lentitud de su movimiento… y el inexorable paso del tiempo, contado a ritmo de un suave y casi inaudible "tic, tac, tic, tac, tic, tac".

Todos los relojes son aparentemente iguales, varían en el detalle, el tamaño, el material, el cristal de la esfera, la longitud de las agujas, la precisión de su mecánica, etc. pero en esencia, todos hacen lo mismo: Medir como el tiempo nos alcanza, nos rodea y nos pasa de largo.
Pero de entre todos sus tipos, si hubiese tenido que decantarme por alguno, sin duda el cuco sería el rey de los relojes. No son una simple máquina, son eso y mucho más, son, casi una pequeña obra de arte. No me pregunten porqué, pero desde siempre, me derretía al ver como un pequeño pajarillo aparecía asombrosamente del oscuro interior de sus entrañas, cantándome con un corto mágico trino el sonoro paso del tiempo. Una y otra vez incansablemente, con la armonía de la eternidad – sonidos de nuevo-.
De pequeño me quedaba embobado, con miranda fija, la barbilla apoyada en la mesa y los ojos clavados en la puertecilla del cuco, esperando las horas muertas hasta escucharlo de nuevo. Poco a poco al hacerme mayor y posteriormente por conversaciones con otros maestros relojeros, comprobé que no había nada más mágico para nosotros que ese momento en el que calladamente observábamos cómo tímidamente el cuco asomaba la cabecita por la portezuela de su cubículo y, temeroso de que iba a encontrarse fuera, con valor y arrojo, salia al exterior y entonaba su obligado recital de eterna caducidad musical.

Bajé de las nubes, volvía a la tierra y llegué, por fin, helado y aterido a la habitación del riad donde me alojaba, pensando como camuflar mi calamitoso “ciento volando” para llevarlo a casa y convertirlo en un “pájaro en mano”.

Protegido y embalado en papel de periódico atado con un cordel de esparto, el paquete pasó la frontera de Ceuta como un vulgar sobrevenir de coleccionista sin más problemas. El guardia civil que lo examinó, a agitarlo escuchó el golpeteo de los engranajes sueltos – Crok, clink, chak, crick – sonidos y más sonidos – y pensó:

“Otro turista timado” – Si hubiese llegado a entender el valor que una ilusión es capaz de generar en un hombre apasionado, lo habría agitado con algo más de delicadeza.

Ya en Sevilla, en mi pequeño taller de relojería de la calle Jesús de las Tres Caídas, lo desempaqueté con cuidado, y dejándolo sobre la mesa de trabajo, lo examiné con detenimiento para establecer hasta que punto podría ser complicado repararlo.

Me pregunté: “¿Lo mantengo así, de muestra, en su estado actual como simple elemento de exposición?”

Para determinar la respuesta decidí iluminarlo con más claridad y encendí el flexo que había sobre la base giratoria donde lo había depositado. Lo giré a derecha e izquierda varias veces. Examiné su interior y el estado de sus engranajes con mis gafas de aumento de relojero. Sobre mi mano evalué el estado de la rueda dentada doblada…

- ¡Ufff, mucho trabajo sin dudad!. ¿Merecera la pena? -.

Arreglo cosas, arreglo almas rotas, ajusto corazones arrítmicos, devuelvo el alama a quien la ha perdido, y recordé que el alma de un reloj de cuco está en la vida de su cuco, y que aunque solo fuese para disfrutar de un instante de su música celestial, merecería la pena.

“Manos a la obra.” – Me dije.

Primero desmonté con exquisito cuidado los listones y tablillas que formaban la reseca caja de madera.
Quedó el esqueleto de metal desnudo, mostrando las intrincadas entrañas metálicas de su mecanismo. Fue hermoso observar como la desnudez de su alma mostraba el lado más humano del diseño de su cuerpo.

Apenas había arañado unos días de mi vida trabajando el dársela a aquella sofisticada pieza de artesanía.

- Tic, tac, tic, tac, TROK - "¿Porqué se bloquea, el mecanismo?" - Pensé.

Usando un aerógrafo de aire comprimido y soplando con suavidad una mezcla de grafito en polvo, limpié los restos de óxido que los años de plana quietud habían depositado sobre la piel de sus mecanismos. Poco a poco su cuerpo empezaba a resplandecer refulgente a la luz del flexo que lo iluminaba desde arriba.

Cambié el cuero cuarteado del fuelle del mecanismo que, con su vaivén, hacía ulular el mágico sonido de la dulce voz del cuco.

- Tic, tac, tic, tac,... TROK - "Soy capaz... puedo conseguir insuflarle aire".

Limpié con una gamuza jabonosa el cristal mineral y repinté de negro obsidiana la esfera del reloj, dejando bruñido los dígitos de cobre que marcarían el correr inexorable del tiempo.

- Tic, tac, tic, tac,... TROK - "Falla de nuevo, no pienso abandonar".

Finalmente usando un martillete de teflón, con delicadeza, golpeé hasta ajustar con el calibre el doblado engranaje de la corona que, por su giro de constante inercia, constituía el corazón del anima del pulso del reloj.

Semanas de trabajo…

Por último tras encajar el corazón en su cuerpo, lubricar el resorte de acero del muelle de carga en su barrilete brillante dorado, eché un último y casi erótico vistazo a lo que hasta hacia poco era una máquina de cuerpo inerte.

Concluí volviendo a vestir ese cuerpo desnudo con las vestiduras de su caja de madera, ya debidamente descascarillada, pulida, y barnizada para darle el esplendor de un vestido de gala.

Allí lucia en su expositor; esa hermosa dama de color caoba. Primorosa, bella por fuera, e inmaculada y brillantemente ajustada y afinada por dentro. No podía evitar sentirme orgulloso del trabajo realizado, del esfuerzo, del mimo y del cariño con el que le dediqué parte de mi tiempo para conseguir ese momento que tanto ansiaba ver; ese alma revivir, ese animalillo brincar de su oscuridad… ese trino surcar el aire. Casi parecía ansiosa de querer brindar su esencia a los ojos de quien le había devuelto su esplendor y al rítmico transcurrir del tiempo.

Di cuerda al reloj, y esperé pacientemente cuarenta y tres minutos, a que la aguja alcanzase la hora exacta…



Y “se hizo la luzzz”. Allí estaba... esa pequeña avecilla de claros ojillos de marfil blanco, aleteando, feliz, emitiendo su sonoro y placido “Cu, cu… Cu, cu… Cu, cuuu”. Impresionante, quéee sensación…

Se cerró la puertecilla de la casita del pajarillo… el tiempo se detuvo – ¡increíble!, el tiempo se detuvo… - y volví a mi infancia, a sentirme por un instante ese niño ilusionado, que por haber esperado pacientemente, había recibido ese ansiado regalo que tanto deseaba y que recompensaba a todos los que le rodeaban, con esa sonrisa de pureza indescriptible que solo los niños saben brindar.

Pasó el momento. Los engranajes del tiempo siguieron girando, me senté, relajado y satisfecho, estirando los brazos con las manos unidas tras la espalda, y me quedé allí en el taller, reclinado sobre el respaldo de mi viejo sillón, escuchando, fruto de mi esfuerzo, el mecánico rumor de los engranajes del reloj funcionar.

- Tic, Tac… Tic, Tac… Tic, Tac… Tic, Tac… -

El sonido de la vida, el de mi corazón al latir...

Dejé el tiempo correr, y ahora si, recuperada, volví a frotarme la barba – Ras, ras, ras -. Tengo que volver a afeitarme – Pensé -.

Fin.

   

Días más tarde, en una cena improvisada en casa de un conocido, surgió entretener a sus hijos relatándoles historias... casi todas algún cuento conocido. Yo en cambio dije:

- "Os voy a contar uno que me he inventado".

Conociéndome, el anfitrión preguntó:

- "¿Qué, es autobiográfico?" - No respondí.

Les esbocé el relato. Al terminar pensativos, sus hijos me preguntaron qué significaba el cuento, y les dije:

- "Pues muy sencillo, para mí el cuento del relojero y el cuco es como la vida y el amor. Al imaginarlo pensé en las relaciones de pareja y como trabaja uno para mantenerlas a flote. Llegan a veces casi por azar, las haces tuyas, parte de ti, consideras el esfuerzo que te supondrán, y... trabajas duro, muy duro, para conseguir esa felicidad que te dan los pocos momentos de ternura que vives junto a ella... ¡Vamos, como el relojero cuando por fin escucha en cuco cantar!".

El anfitrión, se calló hizo un ceñudo gesto de aprobación y reflexión, y dijo: "Eso tengo que verlo escrito"... (suelo cumplir lo que prometo, puede que tarde... pero suelo hacerlo)

¿Que opinan?... Venga, opinen, protesten, ríanse, lloren, pero hagan algo!!!

Un saludo, Damas y/o Caballeros.

P.d.: Dedicado, al árabe caballero, al anfitrión de la cena y, como no, a la Dama de la disputa. Fotografía cortesía de J. Guslab Relojeros.  Y como siempre, votos (abajo, pulsando sobre las estrellitas) y comentarios pulsando en el enlace a la izquierda del título, gracias.

Surprised